Nueva York, 28 oct (EFE).- Lou Reed, uno de los hijos más ilustres de Nueva York y uno de los máximos símbolos de la época mágica y salvaje de los años 60 y 70 en la ciudad, se fue en un silencio total, tal vez para dejar que la música hablase por sí sola.
Reed falleció este domingo a causa de complicaciones hepáticas -había sufrido un trasplante de hígado en mayo pasado-, y salvó el breve anuncio de su agente no ha habido ninguna comunicación oficial más.
Una fotografía del músico pegada a una puerta, bajo el epígrafe «The Door» (La Puerta) y con el Reed ataviado con sus famosas gafas de sol y su sempiterna camiseta negra de manga corta, es el único mensaje colocado ayer en su cuenta de Twitter.
Su esposa, la también música y compositora Laurie Anderson, con la que se casó en 2008, ha mantenido también un mutismo total, incluso a través de las redes sociales.
Tan solo la página oficial del músico incluye hoy una larga retahíla de breves mensajes de sus admiradores, como «todos te echaremos de menos, y hasta ahora no sabíamos cuánto»; «gracias por todo» o «el mundo es ahora un poco más frío. La noche un poco más oscura».
Las radios de la ciudad a la que tanto cantó emiten desde ayer sus temas más significativos, e incluso el canal de televisión especializado en finanzas CNBC, al que seguramente Reed jamás le prestó atención, emitió hoy unos acordes de su famoso tema «Walk in the Wild Side».
Reed, precursor del punk y pionero de varias tendencias experimentales, fue gracias a su talento puro, su sexualidad ambigua y su uso de las drogas (todo ello contado en sus canciones) uno de los símbolos de la experimentación y el vanguardismo musical.
Será recordado por su papel en la creación del mítico grupo The Velvet Underground -patrocinado por el mismísimo Andy Warhol- hasta sus colaboraciones con otro ilustre como Brian Eno.
A través de su carrera se hizo famoso por ir desgranando con su marcado acento neoyorquino versos de poesía contemporánea (se había titulado de lengua y literatura en la Universidad de Syracuse) sobre bases de sonido monótono de clara inspiración experimental,
La ciudad que vio nacer a Reed en Brooklyn en 1942, y que le lanzó a la fama musical con The Velvet Underground, fue también protagonista de dos de sus álbumes en solitario («New York», 1989, y «Hudson River Wind Meditations», 2007, este último un disco de música ambiente).
Incluso a su pesar no pudo quitarse de encima su etiqueta de superviviente del «lado salvaje», ya que en sus últimos años estaba tan interesado en promover su faceta como fotógrafo que la música, e incluso de que seguía experimentando, hacía tiempo que Lou Reed había entrado en la vida cotidiana por la puerta principal.
Y es que Reed acabó actuando en la Casa Blanca en 1998, publicando escritos en la revista New Yorker, e incluso su seminal disco de debut, «The Velvet Underground & Nico» (1967), añadido al registro de la Librería del Congreso estadounidense.
La muerte de Reed, incluso si llorada, no ha sorprendido a muchos, ya que en los últimos tiempo su salud era muy frágil, incluso después del trasplante de hígado al que se sometió en mayo pasado en un hospital de Cleveland (Ohio), tras el cual se proclamó «un triunfo de la medicina, la física y la química modernas».
De hecho, fueron problemas hepáticos los que causaron su muerte en su casa de Southampton (Long Island), este domingo a los 71 años. La propia Anderson dijo poco después del trasplante que no creía que Reed llegara a recuperarse «completamente».
Mientras los críticos musicales consideraban que Reed perdió con el tiempo algo de su salvajismo musical, su vida diaria era últimamente muy discreta y aún se le podía ver de vez en cuando junto con Anderson paseando o sentado en la terraza de un café de las zonas «trendy» de Greenwich Village o TriBeCa.
Estos últimos años, un Reed de aspecto débil (incluso con un bastón) apareció junto a Anderson en eventos benéficos o en defensa del medio ambiente.
Su última aparición pública fue en agosto pasado, durante un acto benéfico celebrado en Bridgehampton.
Reed falleció en su casa de Southampton, localidad situada en la exclusiva zona de los Hamptons, que inicialmente era un refugio de artistas y en las últimas décadas ha pasado a ser el sitio de moda para pasar el verano entre los ricos y famosos de Nueva York.
No es que se hubiera aburguesado, sino que tal vez su vida necesitaba un poco de reposo. EFE
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