La escuelita del sabihondo

Antonio Villarruel
Quito, Ecuador

Mal hacemos quienes nos sorprendemos de las palabras del presidente Rafael Correa, cuando emite burdas declaraciones en contra de algunas feministas, aunque también en contra del aborto, de la diversidad de género y, como si esto fuese poco, en contra de que uno decida verse como le venga en buena gana.

Mal hacemos, porque siempre hay para más: el presidente Correa ha operado de un modo bifrontal claro y preciso, y nosotros hemos optado por pensar que los enlaces sabatinos (aún) podían servir como un canal de información gestado desde la esfera estatal hacia su ciudadanía. Pero Correa ha sido más astuto. En primer lugar, cooptando la inversión estatal en las inicialmente útiles radios, canales y televisiones públicas para que ésta sirva de megáfono de sus dudas, egos y manías. Que no de las de su partido, y esto se puede ver en la penosa actitud servil de las asambleístas “castigadas” por creer que una mujer puede decidir sobre su cuerpo: cero espacio mediático para defenderse. Hay que decir, en contra de ellas, que tampoco lo procuraron.

En segundo lugar, generando una suerte de “pedagogía de la patria”. El resultado es que, cuando uno sintoniza la radio y los enlaces correístas, no solamente se informa del trabajo del gobierno hacia sus mandantes (cada vez sucede menos), sino que obtiene, y gratis, lecciones de moral, higiene, economía, integración, literatura, uso del idioma y, ahora, de lo que es bueno o no en el marco de la sexualidad. Desde una perspectiva “académica”, como tiene la costumbre de repetir Correa. Los mandantes, palabra que le fascina repetir a la revolución ciudadana, van, pues, a la escuelita. Se han infantilizado.

No obstante, en sus habituales exabruptos Correa no solo ha hecho el ridículo. Se ha equivocado, con creces.  Veamos:

“Perdónenme, eso (el tema de la ideología de género) académicamente no resiste el menor análisis. No son teorías: pura y simple ideología, muchas veces para justificar el modo de vida de aquellos que generan esas ideologías. Que los respetamos como personas, pero no compartimos en absoluto esas barbaridades. Y académicamente sí les puedo decir: son barbaridades que no resisten el menor análisis.”

Falso. Esas “barbaridades” sí resisten análisis. Académicamente hablando. Se llaman estudios de género, y no ideología de género. De hecho, la Universidad de Illinois at Urbana-Champaign, lugar donde Correa obtuvo su título de doctorado, ofrece licenciaturas de grado en esta rama, así como subespecializaciones doctorales (http://www.gws.illinois.edu/). La misma universidad adonde Correa fue para doctorarse. Por lo tanto,  es simplemente lógico que, si tanto denuesta aquel pensamiento que se imparte en su universidad, su título de economista también tenga la misma valía que él atribuye a otros pensamientos gestados en su mismo lugar de estudios.

Sigamos.

“Pero qué bueno que una mujer guarde sus rasgos femeninos, qué bueno que un hombre guarde sus rasgos masculinos. Y bueno, todo el mundo es libre de…el hombre de ser afeminado, la mujer de ser varonil. Pero YO (mayúscula mía) prefiero la mujer que parece mujer.  Y creo que las mujeres parecen (sic), prefieren los hombres que parecemos hombres. Verán que por lo que estoy diciendo va a ser el retardatario, el cavernícola, no estoy a la vanguardia del pensamiento civilizatorio.”  (…) “Pura y simple ideología, muchas veces para justificar el modo de vida de aquellos que las generan. Que los respetamos como personas pero no compartimos en absoluto esas barbaridades.”

Falso. La ideología es un campo de especulación teórica, sobre la realidad, y uno de los espacios de discusión ideológicos es la universidad misma, la esfera académica de la que procede Correa (http://forum.illinois.edu/) y a la que le fascina adsribirse. De hecho, en su origen la ideología era la ciencia que estudiaba el mundo de las ideas. La ideología no es cerrazón, es debate de ideas.

Continuemos. Falso de nuevo. En el Ecuador no es libre todo el mundo de ser como sea. A las taras y la censura social se suma la discriminación desde el gobierno. Ni la propia ministra de salud, Vance, abiertamente lesbiana y militante por los derechos de la diversidad sexual, puede disfrutar del artículo 11 en se numeral 2 de la Constitución que el mismo Correa propugnó. Ella, como cientos de miles de ciudadanos, debe tolerar un presidente que constantemente vincula lo afeminado con lo ridículo o lo despreciable.

Tal vez en lo de retardatario tenga la razón. No es difícil recordar que en 1933 Benito Mussolini expulsó de su país a María Montessori, una de las pedagogas más brillantes del siglo pasado.  Montessori estaba interesada en los niños. En su dignidad y en brindarles la posibilidad de que se expresaran libremente. En escucharlos en tanto seres que también sufrían opresión. Mussolini, por su parte, quería fundar una pedagogía nacional, un modelo homogenizador de gente. Gente igual, sin ideología. Camino a la escuelita, donde se les enseñaría de todo, menos a pensar por sí mismos.

Más relacionadas