Según Raúl Di Blasio, con la música «se amansa a cualquier fiera»

Con el piano como única «arma» y las notas musicales como «balas», el pianista argentino Raúl Di Blasio ha confesado en Quito que usa la música como trinchera para protegerse, pero también para atacar corazones y emociones de la gente de manera positiva.

Con más de sesenta años de vida, la mayoría de ellos dedicados a la música, y con un excelente sentido del humor a su favor, el argentino ha hecho de su arte con el piano su forma de vida y el eje de una cruzada por la juventud.

«La música es una trinchera que uso para protegerme y una trinchera que uso para volver a atacar el corazón de la gente, las emociones, de una manera positiva. Las balas que lanzo desde mi trinchera son notas musicales«, aseguró en entrevista con Efe.

Con el piano como pretexto, ofrece desde hace varios años charlas para jóvenes a los que les habla de la vida, del amor, de la familia y de caminos a escoger, de seguridad, entre otros.

Injusto le parece que en muchos países haya talentos ocultos, que no escondidos, por la falta de proyectos educativos culturales y que gente con condiciones artísticas notables no pueda desarrollarse por falta de recursos o por estar condicionada por el lugar donde nació.

Y es que se recuerda a sí mismo cuando a los 19 años escuchó por primera vez una orquesta sinfónica, algo que cambió su vida y lo volcó de lleno al piano aunque ya lo tocaba de niño.

Desde que hace nueve años nació su hijo menor, busca devolver lo que la gente le ha dado y para evitar que la música demore en llegar a oídos de talentos ocultos, lidera decenas de charlas de motivación para jóvenes, muchos de los cuales jamás han oído hablar de él, según comenta.

A ellos les cuenta sobre las bondades de la música y les dice que aunque el camino es largo e, incluso puede ser tedioso, les dará buenos resultados en la vida.

Las charlas, que son también jornadas de aprendizaje para él, se centran en jóvenes entre 16 y 22 años, una etapa en la que -dice- viven «conflictuados» e indecisos.

Intercala los coloquios con el piano cuando «la cosa se va de control» porque con la música «se amansa a cualquier fiera y enamoras a alguna mujer, no a todas», aclara.

Di Blasio, que por ahora centra sus charlas en México, donde reside, ve a la juventud latinoamericana «como todas las juventudes de todos los momentos: pujante, rebelde, en la búsqueda de nuevos horizontes», envuelta en cambios.

Cree en la «buena intención y voluntad de los gobernantes», pero los reconoce como seres humanos y ve que cuando llegan al poder son como padres primerizos: «Aprendes a ser papa en el momento en que te conviertes en papa, no antes».

«Lo mismo le pasa al gobernante: (que dice) ‘yo les prometo que bla, bla, bla’. Pero cuando llegas y entras a dirigir los destinos de país, municipio, localidad (…) te encuentras con mil sorpresas. Por eso, la educación es fundamental en los pueblos de América», comenta.

«Si queremos una América pujante, potencia, una Sudamérica o Latinoamérica potencia mundial, lo primero es la educación», subrayó.

El artista, que presentará hoy un espectáculo en Quito, considera al éxito como un «espejismo», pero apunta que éste tiene «nombre y apellido cuando lo logra el que es anónimo».

Para él, la venta de discos por millones no es éxito, sino fama: «el que se acuesta con la fama amanece con la soledad», indica Di Blasio, para quien lo importante es el logro de los objetivos.

«El ser más conocido no te hace ser mejor, ser más celebre no te hace ser mejor que el otro. La celebridad, la fama no tienen nada que ver con el éxito, el éxito es anónimo», comenta quien es llamado el «piano de América» y quien ha encontrado en la música una tabla de salvación.

Así lo confirmó al recordar los recientes fallecimientos de su madre y hermano.

«Me doy cuenta que en muchos episodios muy fuertes de mi vida, sobre todo en el último tiempo, no fue el piano ni la música lo que me resguardó, quedé absolutamente desnudo hasta que la música me rescató, no me resguardé en la música», confesó.

Di Blasio, que se considera un «inconforme optimista», asegura que no compone porque tiene hambre: «tengo que comer para componer. tengo que vivir muy bien para que me salga algo decente. No compongo por el sufrimiento, trato de crear canciones o temas, surgen melodías cuando estoy bien», relata. EFE

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