Nacidos para sufrir

Juan Jacobo Velasco
Mánchester, Reino Unido

Se supone que la de este sábado es una final española –y, sobre todo, madrileña- que marcaría definitivamente el cambio del polo futbolístico ibérico desde Barcelona a Madrid luego de una década de dominio catalán. Pues no. El Atlético y el Real comparten la ciudad pero son como dos hermanos que crecieron en la casa familiar y tienen personalidades e historias tan distintas que cuesta creer que tengan algo en común.

Los blancos son el hermano rico y famoso, que luce nueve copas continentales y el peso de ser el equipo español más ganador y exitoso. Su objetivo este sábado es hacer efectiva esa consigna (“la décima”) que esconde la obsesión de los hipertriunfadores por romper récords. En este caso, alcanzar la friolera de diez Champions. Para el efecto, ensamblaron un equipo que cuenta con el mejor jugador del mundo y un poder ofensivo capaz de aniquilar a portentos como el Bayern en su propia casa.

Bajo esa sombra, los rojiblancos han vivido invisibilizados. A pesar de ser el tercer equipo en términos de ligas españolas luego del Barca y el Real, lo cierto es que tienen la marca horrible de haber bajado dos veces de categoría, en lo que supuso un periodo en el infierno que se volvió invivible por el escarnio y porque, como contraparte, sus “hermanos” vivieron etapas gloriosas en paralelo.

Para rematar, la única oportunidad del “Atleti” para alzarse con la orejona, en 1974, estuvo signada por la derrota en una verdadera película de suspenso. Jugaron contra el Bayern en Bruselas y empataron a cero en el tiempo reglamentario. En el primer suplementario, un gol del fallecido Luis Aragonés los puso al borde del triunfo. Pero, haciendo gala de una historia que los marca como casi invencibles, los teutones emparejaron faltando un minuto para el final. El golpe fue tremendo. No hubo penales sino otra final, dos días después, que el Bayern despejó con un 4-0, tan inapelable como descorazonador.

Ese“haber nacido para sufrir” que está presente en la historia del Atlético de Madrid, íntimamente ligado a la presencia del “hermano” con el que se enfrentará en la final de Lisboa, explicaría una simpatía natural por el pariente pobre, que toma forma cuando se revisa la hoja de los presupuestos de los dos finalistas y los blasones de las nóminas de sus jugadores. El apego se ahonda cuando se rememora la campaña que ha llevado a los dirigidos por “El cholo” Simeone a ganar la Europa League en 2012 y la Liga española en 2014: un trabajo obrero donde solidaridad, buen toque y eficiencia conviven en una mezcla que no luce tanto pero que se impone por una voluntad de hierro. La misma que puede darle la vuelta a una vida de sufrimiento, para vestirla, por primera vez, de la mayor gloria.

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