La vida pende de un hilo en la Siria controlada por el Estado Islámico

En esta imagen del 16 de junio de 2014, manifestantes corean lemas en apoyo del grupo inspirado por al-Qaida Estado Islámico de Irak y el Levante, con banderas negras de al-Qaida frente al cuartel general del gobierno en Mosul, Irak.. (AP Photo, File)

Beirut, 11 jul (EFE).- «La vida aquí depende totalmente de las precauciones que tomes porque cualquier error te la puede quitar», lamenta el activista Abu Bakr, que añora los tiempos en que había «libertad» en la ciudad de Al Raqa, el principal bastión del Estado Islámico (EI) en Siria.

Cualquier «equivocación» puede tener un desenlace fatal para los habitantes de las zonas tomadas por el grupo yihadista, que declaró a finales de junio un califato islámico en el territorio sirio e iraquí bajo su control.

«Por una falta puedes ser interrogado o llevado ante una corte islámica, incluso si fue involuntaria», explica a Efe por internet Abu Bakr.

Al Raqa fue la única capital de provincia que fue arrebatada totalmente por los rebeldes al régimen de Bachar al Asad en marzo de 2013, pero poco después cayó en manos del EI.

Allí, los extremistas aplican una versión estricta de la «sharía» o ley islámica, con restricciones como la prohibición de vender alcohol y tabaco y la obligatoriedad de llevar «niqab», velo que cubre todo el rostro menos los ojos, a las mujeres.

«Ellas ni siquiera pueden salir a la calle si no van acompañadas por un ‘mehrem», varón de la familia, subraya el activista. Tampoco hombres y mujeres pueden mezclarse en sitios públicos ni viajar juntos.

Aunque la enseñanza en los colegios es similar a la de otras áreas en manos de los insurgentes, el EI ha establecido centros especiales donde imparte su interpretación de la «sharía» para desarrollar el pensamiento yihadista entre los menores de siete a quince años.

En Al Raqa, hay gente que los apoya por temor, mientras que otros intentan mantenerse alejados y hay quienes se oponen al EI pero en secreto.

Nesim es un activista que está escondido después de que los extremistas irrumpieran en su casa en la población de Manbech, en la provincia de Alepo, y le quitaran su cámara y ordenador.

«Manbech era una de las áreas en mejores condiciones tras ser liberada por los revolucionarios -añora-. Los rebeldes habían creado una administración local para reanudar la vida normal y ofrecer servicios».

Sin embargo, todo cambió cuando el Estado Islámico se hizo con el dominio de Manbech el 2 de enero pasado: «Detuvieron a activistas y a los símbolos de la revolución, así como a profesionales, como abogados y empleados de la administración local rebelde, que eran quienes hacían funcionar la ciudad», se queja.

En una conversación con Efe por internet, Nesim detalla que aquí los radicales también impusieron restricciones y destruyeron mausoleos de «santos» locales como la mezquita del jeque Oqail al Manbechi.

«Clausuraron los estancos, y a las personas que estaban en ellos durante los registros las azotaron. El dueño de la tienda que se negara a cerrar lo encarcelaban durante tres días», rememora.

Al menos en diez ocasiones el EI castigó a gente en la plaza principal de Manbech por cometer «delitos», con sanciones como decapitaciones, amputaciones de manos y latigazos.

Ahora, no queda ningún rebelde armado, porque cuando el EI tomó el control expulsó a todos los miembros del Ejército Libre Sirio (ELS) y del Frente Islámico y adoptó una línea dura con los civiles, con lo que más de 2.000 familias huyeron, dice Nesim.

La provincia siria por la que más han avanzado en las últimas semanas los yihadistas es Deir al Zur, fronteriza con Irak, donde un gran número de brigadas insurgentes han cambiado de bando y han jurado lealtad al EI.

«A algunos lograron convencerles pero la mayoría se ha unido a ellos por temor. En algunos pueblos, el EI entraba cortando cabezas», subraya el portavoz del Consejo Militar rebelde en Deir al Zur, Enmar al Turkmani.

Para este opositor, la irrupción de este grupo yihadista en el territorio sirio ha sido «una puñalada por la espalda para la revolución», porque va a hacer que el régimen de Al Asad se aproveche y progrese en todas las direcciones.

A su juicio, la única manera de derrotar al EI es con una cúpula rebelde unificada y que todas las brigadas actúen bajo sus órdenes.

«El EI entró en Deir al Zur con armas muy pesadas, desde baterías antiaéreas hasta blindados Humvee. Arrebataron a los milicianos del ELS las armas que habían recibido de su Consejo Militar Supremo», revela Al Turkmani

Por ello, no les ha llegado hasta ahora más armamento. «La última tanda de armas estaba valorada en 3.000 millones de dólares, nos la quitó el EI y desde entonces no ha habido más», deplora. EFE

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