CFK a la ofensiva

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y sus adláteres no ceden y atacan a despecho la situación: caída en las encuestas, inflación, mercado negro de divisas, inseguridad, default y desacato por decisión de un juez neoyorkino, deterioro de imagen a nivel externo.

En su guerra contra el grupo mediático Clarín, con quien su fallecido marido Néstor Kirchner hizo muy buenas migas al principio de su gobierno, rechazó la propuesta de la empresa de adecuación y fragmentación del conjunto de medios de acuerdo con la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y anunció su “desmantelamiento de oficio”. Con esta decisión, CFK desconoce y contraviene una decisión de su propio gobierno que ya había aceptado el plan presentado por Clarín e ignora el dictamen de la Suprema Corte de Justicia argentina que, al ratificar la constitucionalidad de la referida ley, estableció la necesidad de que la norma se aplique sin discriminaciones y a través de órganos técnicos independientes del poder político, que no es lo que está ocurriendo, según me manifestó Claudio Paolillo, director del semanario Búsqueda, de Montevideo, y presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP. “Esto se enmarca en la permanente campaña de discriminación y represalias del gobierno kirchnerista contra la prensa independiente y particularmente contra Clarín”, me dijo Paolillo.

Decididamente CFK apunta a varios objetivos. Quiere matar muchos pájaros de un solo tiro. Uno, desviar la atención de los ciudadanos agobiados e indignados por los precios y la inseguridad; dos, aniquilar al grupo Clarín, económicamente el más fuerte de los medios de comunicación críticos o independientes del Gobierno. El propósito es claro: debilitar a Clarín y al mismo tiempo enviar un tan elocuente como amenazante mensaje al resto de la prensa y el periodismo no oficialista. Tres, abre la posibilidad para que amigos o testaferros del Gobierno se apoderen de nuevos medios de prensa, importantes y acreditados, en el marco de una política del kirchnerismo para la formación de un amplio conglomerado mediático y periodístico prokirchnerista, al que el Gobierno respalda a través de la publicidad oficial y otro tipo de prebendas y privilegios. Cuatro, CFK se asegura una red de propaganda casi total, o totalitaria, con vista a las elecciones del año próximo, en las que no puede ser reelecta, pero necesita que gane “su candidato”.

Y parecería que hay hasta un quinto objetivo, que es avanzar sobre el Poder Judicial. El jefe de Gabinete de CFK, Jorge Capitanich, fue muy ilustrativo al respecto: refiriéndose al tema Clarín dijo que “el poder visible es la administración del Estado que ejerce un gobierno elegido por la voluntad popular”, advirtiendo al mismo tiempo “que hay un poder invisible a través de las corporaciones mediáticas o judiciales y no elegidos por la voluntad popular” que actúa en ”virtud de sus intereses y para generar miedo”. A confesión de parte relevo de prueba.

El señor Capitanich no disimula intenciones, pero debería saber que, contrariamente a los gobernantes, que son elegidos (y no siempre en elecciones muy pulcras) cada cuatro, cinco o seis años, los medios son elegidos por los ciudadanos todos los días y a cada momento. Eso es lo que hacen cuando compran un medio de prensa, cuando sintonizan un programa de radio o TV o cuando se conectan con internet. Lo hacen y eligen sin ningún tipo de interferencia o presión, pueden cambiar en cualquier momento sin tener que esperar las próximas elecciones y, además, pagan por hacerlo.

En cuanto al Poder Judicial, lo de Capitanich es una muestra más de los intentos del kirchnerismo, sus voceros y su grupos de choque, por dominar a los jueces y fiscales, a través del miedo o buscando su politización.

* Danilo Arbilla es periodista uruguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

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