El último discurso

Miguel Donoso Pareja
Guayaquil, Ecuador

Por razones de salud, es decir de vejez, no pude llegar a Quito y sus 2 mil 800 metros sobre el nivel del mar, como hubiera deseado, y de acuerdo con una prudente indicación médica decidí delegar mi participación personal, con lo que se dieron mucho mejor las cosas.

Es sin duda muy significativo que mi lugar lo ocupara representándome, Pablo Salgado, director de la editorial Quinta Avenida, con domicilio en Quito, entre cuyos sugestivos títulos encontramos Los animales blancos de Antonio Gamoneda, y Opio, fútbol para leer.

Todo habría de ocurrir el 26 de noviembre, con una hora de diferencia. Primero la apertura en Quito de una oficina del Fondo de Cultura Económica, poderoso y prestigioso grupo editorial mexicano, que además con el Ministerio de Cultura me rinden un homenaje. Y segundo, con la presentación de un volumen de mis cuentos completos. Y pare de contar.

A su casa los pastores, que se acabó la Navidad. Mientras tanto yo en Guayaquil, un día fresco. Treinta grados a la sombra, temperatura con la que los guayaquileños se abrigan. Contento y agradecido por el clima, y por los homenajes, ‘of course’, no soy tonto ni ingrato, debo pedirle a Pablo Salgado, entrañable amigo que lea este texto de agradecimiento, empezando por las instituciones y sus directivos por hacerme el reconocimiento que al margen de si lo merezco o no, me cumple agradecer, el Fondo de Cultura Económica y el Ministerio de cultura y patrimonio.

Sin culpa, pues, ya que no soy partidario de palanqueos ni otro tipo de maniobras para crear atmosferas de supuestos meritos alrededor de mis actividades públicas, en pro de una imagen rimbombante sino mas bien partidario de la discreción y los segundos planos, en donde me siento libre de pecado.

No soy responsable de que se hiciera un volumen de mis cuentos completos eso lo tiene cualquiera, es un lugar común. Algún día publicaré Cuentos incompletos y uno casi que va más con mi onda. Casi, inquiere el lineal. Casi nada, replica el retorcido Sin saber si habrá un día que sea algún. Es decir posible.

Pero no poder ir a Quito tuvo su precio. Además de no ver la nalguita de dios, que tiene sus encantos sin duda alguna, no pude saludar y conversar con amigos muy apreciados que llegaron a Quito. Estoy particularmente triste por no ver a Juan Villoro.

En el transcurrir de los días me vi constantemente beneficiado: homenajes, ediciones de libros, elogios, entrevistas, incluso televisivas. Más parecía un cantante que un escritor, no me quejo, simplemente lo señalo. Es triste sentirse un Maradona cualquiera recontra famoso y adorado por las masas, cuando uno aspira a ser un casi anónimo escritor, Onetti, Rulfo, Monsiváis, Galeano etc. más solitarios que la gran flauta.

Me mantuve atento a lo que sucedía en el encuentro quiteño y llegué a la conclusión de que había sido yo, incluso estando ausente, el que mayor atención recibió de los organizadores y los lectores, a tal punto que estas líneas solo quieren expresar mi afecto y mi gratitud por el trato recibido.

Esto que sucede en Quito no tiene repercusión en la prensa guayaquileña. A pesar de que el principal beneficiado del encuentro es un escritor guayaquileño.

Gracias a todos, por el homenaje y por recordarme.

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*Este discurso fue leído por Pablo Salgado en el homenaje que se realizó a Miguel Donoso Pareja en la Feria del Libro de Quito. El autor del discurso y homenajeado esa noche no pudo asistir por su frágil salud. Donoso Pareja falleció hoy, 16 de marzo del 2015.

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