Jueces incorruptibles

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Según el artículo 220 de la Ley de Seguridad Social, los fondos complementarios previsionales que hayan recibido aportes estatales, pasarán a ser administrados por el IESS a través de su banco, mediante cuentas individuales.  Sin embargo, los fondos complementarios que cuenten con la petición escrita de por lo menos la mitad más uno del total de los partícipes, podrán solicitar al órgano de control, mantener su propia administración privada si: a) demuestran que los aportes fueron realizados voluntariamente; b) garantizan que los recursos asignados pueden ser restituidos a los partícipes en cualquier momento’; y, c) reintegran el valor de los recursos estatales recibidos por el fondo con los respectivos intereses.

La Ley es clara y muestra el abuso de poder que representó la intervención del BIESS para asumir la administración de los fondos privados de cesantía del magisterio.  Deja entrever que el IESS y el BIESS no operan con la autonomía a la que los obliga la Ley y sus estatutos, sino que durante un día, se convirtieron en el brazo armado del gobierno para obtener recursos.

Posteriormente, una de las primeras gestiones de los nuevos administradores, fue el despido ineficaz de una mujer embarazada y de un sindicalista; haciéndonos suponer que las recientes reformas laborales son inaplicables al sector privado cuando al Estado le conviene.  El poder constituido presenta así un modelo de irrespeto a las leyes que promulga, pero cuyo cumplimiento sí se exige a la empresa privada, aunque dificulte la relación laboral productiva.  Pareciera que en estos casos, la posición del sector público es que no se debe proteger al trabajador.

El allanamiento implica atropello flagrante el derecho a la propiedad privada y al debido proceso.  Se infringieron normas superiores como la Constitución, sentando un precedente peligrosísimo.  Lo acontecido nos recuerda la frase del pastor Martin Niemoller cuando mencionaba, durante la época del fascismo alemán, que “primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista.  Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro.  Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío.  Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.

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