Qué lejos está Aristóteles

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Para muchos, Grecia está tan próxima, o tan lejana, como Aristóteles o Platón; para otros como Esquilo o Eurípides. Sin embargo, no aquella Grecia que fue la cuna de nuestra civilización, sino la actual la tenemos tan, pero tan cerca, que de tan cercana se comporta como cualquier república bananera de nuestro continente.

Desde hace meses Grecia ocupa la primera plana de todos los grandes periódicos de Europa, y la fotografía del primer ministro Alexis Tsipras y su renunciante ministro de Economía Yanis Varoufakis. Los escépticos de siempre se preguntarán qué nos podría importar lo que ocurre tan lejos de nosotros, con un país cuyo único vínculo que nos mantiene unidos es Aristóteles o Platón. ¡Ojalá lo fuera! A estas alturas se puede decir del Gobierno griego aquello de que “hizo muchas cosas bien y muchas cosas mal. Las cosas malas las hizo muy bien y las cosas buenas las hizo muy mal”. Si en este momento el país se sumerge en una de las peores crisis económicas y políticas de su historia, no se debe a las exigencias de la Unión Europea y las duras condiciones del Banco Central Europeo, como dijo un ciudadano, sino, principalmente, a la desbordante corrupción, a la mentira como método de trabajo y a una política descabelladamente populista, encabezada por Tsipras, quien al hacer su aparición despertó el entusiasmo de todos esos grupos que en Europa ven a Venezuela como el ejemplo a seguir para lograr el desarrollo y la felicidad de todos los ciudadanos.

En vísperas del tercer rescate y las exigencias de austeridad y recortes presupuestarios impuestas por Bruselas, Tsipras recurrió a la demagógica medida de convocar a un referéndum para que los ciudadanos dijeran si aceptaban o no tales condiciones. Más del 60% de los votantes dijo “no” y Tsipras fue a la plaza Sintagma, en Atenas, a festejar ese triunfo de la democracia, cuando la democracia no pasa por ningún referéndum sino por la discusión y el consenso. Lo dramático fue que el domingo los griegos dijeron “no” y el martes Tsipras se fue a Bruselas a decirles “sí”. En este momento Grecia vive su segunda semana de “corralito” donde los ciudadanos solo pueden retirar de los cajeros automáticos 60 euros por día por cuenta.

¿Por qué se llegó a esto? Antes que nada por la corrupción. Grecia (11 millones de habitantes) tiene tres veces más empleados públicos que el Reino Unido (64 millones). La gente se jubila a los 57 años. Gasta en Defensa más del doble en porcentaje del PIB de sus socios europeos. El robo en la administración pública causa vértigo: un “sten” (utilizado para abrir las arterias) vale 155 euros (unos 930.000 guaraníes) pero se han comprado por 3.000 euros (18 millones de guaraníes). En el principal hospital público de Atenas, equipos médicos por valor de 390.000 euros (2.340 millones de guaraníes) están tirados a la intemperie en un patio. La lista es interminable.

¿Cómo hicieron para entrar en la Unión Europea? Mintiendo, así como suena, con balances fraguados que escondían la realidad, y mientras los números decían que el país nadaba en la abundancia, la verdad es que estaba en bancarrota. El comentarista José Ignacio Torreblanca escribió que “la eurozona es una unión de reglas a las que los Estados se suman voluntariamente. ¿Son injustas las reglas? ¿Son ineficaces? Pues, intenta cambiarlas. Pero mientras existan y no logres cambiarlas no hay más remedio que cumplirlas, así que si no te gustan las reglas o no eres capaz de cumplirlas, te marchas”. Tsipras ganó las elecciones prometiendo que no pagaría la deuda, ni impondría medidas de austeridad, ni recortaría los presupuestos y que le haría un corte de mangas a Bruselas. Los políticos populistas de Europa estallaron de alegría. Por fin comenzaban a llegar al poder. Y he aquí el resultado: una economía deshecha, un país destrozado, una ciudadanía desesperada. ¿Dónde está la victoria?

* Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Asunción.

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