Santiago de Chile.- Los restos del general Manuel Contreras, el máximo represor de la dictadura de Augusto Pinochet, un personaje clave del capítulo más negro de la historia chilena y que nunca reconoció los crímenes por los que fue acusado, fueron incinerados hoy en un acto en el que estuvieron escasos familiares.
Contreras, creador de la Dirección de Inteligencia Nacional, Dina, la policía represiva encargada de eliminar a la disidencia durante la dictadura de Pinochet (1973-1990) y que acumulaba condenas por 526 años de cárcel por violaciones a los derechos humanos, fue cremado en una ceremonia privada a la que acudieron familiares cercanos y algunos miembros del ejército vestidos de civil, según confirmó a CNN Chile el jefe del crematorio Mauricio Remán.
El golpe militar de 1973 encabezado por el general Augusto Pinochet derrocó al gobierno del presidente Salvador Allende. Poco después, Contreras formó y encabezó la Dina para convertirse en el segundo personaje más poderoso y temido del régimen después de Pinochet.
Como director de la Dina ordenó detenciones ilegales, torturas, ejecuciones sumarias, desapariciones y convirtió los crímenes de lesa humanidad en una política de Estado.
Durante el viernes por la noche cientos de bocinas sonaban fuertemente en las calles de Santiago y se respiraba un ambiente de alegría de la misma forma que cuando se produce la victoria en un partido de fútbol. Muchos se juntaron para bailar y celebrar la muerte del general a las puertas del Hospital Militar, donde estaba ingresado, y en el lugar tradicional donde se producen los festejos en Santiago, en la céntrica Plaza Italia, donde se brindaba con champagne.
Para muchos Contreras ejemplifica todos los horrores de una dictadura que practicó la tortura y las desapariciones sistemáticas y organizadas de sus disidentes, aunque hasta el final de sus días el militar negó estos hechos, pese a las condenas, y nunca mostró arrepentimiento por lo sucedido.
Según trascendió, para su féretro, el militar fue vestido con su traje de gala del Ejército, de la misma manera en que fue velado en su oportunidad el general Pinochet.
Soberbio como el que más, Contreras cumplió su palabra de morir en un hospital y no en la cárcel, tal como lo había manifestado en una de sus últimas declaraciones: «No voy a morir en la cárcel».
El «Mamo», como era conocido entre sus compañeros de armas, murió este viernes en la noche en el Hospital Militar al que llegó el 24 de septiembre de 2014 por una enfermedad renal crónica, cumpliendo apenas 17 de sus más de 500 años de condena por violaciones a los derechos humanos.
El militar, de 86 años al morir, y exjefe de la temible Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de Augusto Pinochet, se había agravado en las últimas semanas, se le habían suspendido todos los tratamientos y solo recibía paliativos para el dolor.
En un comunicado, el Gobierno de Chile señaló hoy que «anoche murió uno de los personajes más oscuros de nuestra historia, responsable de crímenes y graves violaciones a los derechos humanos en nuestro país».
El Ejecutivo agregó que el violador de derechos humanos «murió privado de libertad y condenado a más de 500 años de cárcel por decenas de crímenes cometidos contra sus propios compatriotas y por violar sus derechos humanos».
«Contreras ha muerto llevándose información valiosa para saber la verdad y hacer justicia respecto del horror cometido por la dictadura. Es el momento para reafirmar nuestro compromiso con el pleno respeto y vigencia por los derechos humanos», concluyó la misiva.
Por su parte, el abogado Roberto Garretón, quien fuera jefe del área jurídica de la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura (1973-1990), perteneciente a la Iglesia Católica, afirmó que Contreras deja un legado sanguinario como responsable de la muerte de muchos chilenos.
«El legado que él deja es de un asesino cruel, sanguinario, odioso, mafioso, de primer nivel», señaló Garretón quién agregó que haber llevado a cabo las políticas de Pinochet «da cuenta de un tipo de muy mala calidad de vida, un tipo enfermo mental y moral, lleno de odio».
Graduado en la escuela de las Américas, en la que el Ejército estadounidense entrenaba a oficiales latinoamericanos en técnicas antisubversivas, Manuel Contreras fue un maestro de las argucias, los montajes y cortinas de humo para encubrir, disfrazar u ocultar sus crímenes.
Su poder era tan grande, que su nombre era mencionado con temor por detractores y partidarios, los archivos de ministerios y reparticiones públicas de Chile se abrían ante la menor solicitud, y contaba con decenas de agentes leales y una amplísima red de colaboradores.
Contreras jamás reconoció ninguna de sus atrocidades y en las pocas entrevistas que concedió aseguró siempre que «nosotros (la DINA) no matamos a nadie que no fueran terroristas cuando se enfrentaron a nosotros».
«La DINA me provoca orgullo, porque todo lo hicimos bien. Nunca hicimos desaparecer a nadie», y «no conocí la violación a los derechos humanos», señaló el general, entre otras pocas afortunadas frases.
La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) aseguró hoy en rueda de prensa que Contreras murió como el máximo exponente de los llamados pactos de silencio que se dan en el Ejército.
«Todo esto con la anuencia de quienes aceptaron la creación de cárceles especiales para los violadores de derechos humanos, por quienes se han negado a degradarlos a pesar de los crímenes horrendos cometidos», señaló Lorena Pizarro, presidenta de la agrupación.
Pizarro, quien leyó un comunicado de la AFDD, dijo que Contreras a pesar de ser condenado bajo los cánones de justicia tradicionales, murió sin ser degradado y sometido a tratamientos especiales de reclusión y amparado por los pactos de silencio existentes.
Según la AFDD, con la muerte del genocida no se cierra una etapa, más bien se abre otra cuya responsabilidad histórica está en las manos de las autoridades.
«Es el momento de implementar las medidas legislativas, políticas, militares, éticas y humanas que den la seguridad a las presentes y futuras generaciones, que den la certeza que hechos de la naturaleza practicada por Manuel Contreras y otros serán imposible de repetirse», concluyó la declaración.
En tanto la abogada de Derechos Humanos, Carmen Hertz, esposa del periodista Carlos Berger, asesinado por los militares de la llamada Caravana de la Muerte, aseguró hoy que «muere Contreras, represor y genocida cobarde e infame, con grado de general, para vergüenza del Ejército y la sociedad». (I)