Sínodo termina sin que divorciados vueltos a casar puedan comulgar ni gays casarse

El papa Francisco parte al concluir un sínodo de obispos el sábado 24 de octubre de 2015, en el Vaticano. (Foto AP/Alessandra Tarantino)

CIUDAD DEL VATICANO (AP) — Obispos católicos de todo el mundo adoptaron el sábado un documento final al finalizar un polémico sínodo de tres semanas, en el cual llamaron a crear una Iglesia más acogedora a las parejas que cohabitan, a los gays y a los católicos que se han divorciado y vuelto a casar por lo civil, avalando así una exhortación hecha por el papa Francisco para crear una organización más misericordiosa y menos crítica de 1.200 millones de personas.

Sobre los homosexuales, el Sínodo pide que se eviten “injustas discriminaciones” y que “es necesario acompañar a las familias con un miembro homosexual”. Sobre si levantar o no el veto para que los católicos divorciados y vueltos a casar puedan comulgar, el Sínodo dice que se analice caso por caso y “sin dar escándalo”.

Los obispos concluyeron así un encuentro diseñado para brindar mejor atención a las familias católicas. Hizo hincapié en el papel del discernimiento y la conciencia individual en el manejo de situaciones familiares difíciles: un método favorecido por los obispos más liberales.

Se necesitó una mayoría de dos tercios para aprobar cada apartado.

Los conservadores se habían resistido a dar cualquier margen de maniobra a la hora de determinar si los católicos vueltos a casar civilmente pueden recibir la comunión. La aclaración acerca del discernimiento y la conciencia puede, sin embargo, abre la puerta a excepciones caso por caso a la enseñanza de la Iglesia.

La disputada cumbre de 270 obispos dejó al descubierto las profundas diferencias entre los prelados ante la llamada del papa Francisco a mostrar una Iglesia más misericordiosa y menos crítica.

Los dos temas más polémicos del sínodo fueron el trato a los homosexuales y a los divorciados.

Los conservadores se atienen a la doctrina de la Iglesia y se resisten desde hace tiempo a las peticiones de sus colegas más progresistas sobre que adopten una nueva estrategia.

Sin embargo, Francisco sí retiró del debate un tema polémico antes incluso de que comenzara el sínodo, al aprobar una nueva norma que facilita que las parejas divorciadas puedan conseguir la nulidad de su matrimonio, una declaración eclesiástica que declara inválido el enlace.

La reforma iba a dirigida a resolver una queja presentada por varias generaciones de católicos a los que se negaron sacramentos porque se habían divorciado y vuelto a casar fuera de la iglesia sin una anulación.

El sínodo se centró en cuestiones mucho más controvertidas, desde cómo debe ofrecer la Iglesia una preparación mejor para el matrimonio a las nuevas parejas hasta cómo hallar formas mejores de instar a las familias divididas por la migración, la pobreza o la guerra a que perseveren en su fe.

«No creo que ninguna de nuestras familias sea perfecta», dijo el cardenal canadiense Gerald Lacroix. «Todas nuestras familias, incluida la mía y quizá la suya y todas las nuestras, tienen personas con problemas. Tenemos que caminar con ellos y ayudarles».

Al principio se filtró una carta a Francisco de 13 cardenales conservadores en la que se quejaban de los procedimientos del sínodo y advertían que la propia Iglesia católica estaba en riesgo de colapsar si los obispos iban demasiado lejos al adaptarse a sus fieles.

Después, las discusiones llegaron a la prensa cuando varios cardenales de alto rango se criticaron entre sí de forma pública. Los obispos de habla alemana expresaron su descontento redactando sus propias enmiendas por escrito, con una crítica pública al cardenal australiano George Pell, que lideró el bando conservador en el sínodo contra los progresistas alemanas.

Y por último llegó lo más sensacional: un periódico italiano publicó que Francisco padecía un tumor cerebral. El Vaticano desmintió la noticia de forma rotunda y sugirió que podría ir dirigida a manipular el sínodo al poner en duda la salud —y por tanto la autoridad— de Francisco.

Durante todo el proceso, los obispos invitados a informar a la prensa cada día restaron importancia a las divisiones y dijeron que era de esperar que hubiera diferencias de opinión, dadas las grandes diferencias geográficas y culturales en una Iglesia universal y global.

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