Mundo del tatuaje en Cuba busca legalidad

En esta foto de 3 de febrero 2016, Dione Lugones muestra su tatuaje con la imagen de la artista mexicana Frida Kahlo, en La Marca, un local de tatuaje en La Habana, Cuba. En la capital cubana han sido abiertos cientos de locales de tatuaje al igual que en gran parte del país. Cuba ya tenía artistas tatuadores antes de la revolución y su práctica era mal vista en los 50. El triunfo de los rebeldes continuó en los 60 con el estigma y las preocupaciones por los riesgos para la salud del grabado en piel. (Foto AP / Desmond Boylan)

LA HABANA (AP) — Mauro Coca dibujó un pájaro tropical a lo largo del brazo de la joven Julivic Márquez. Minutos después apretó la aguja eléctrica que entintó los primeros centímetros de lo que le llevará nueve horas convertir en un quetzal rojo, azul y verde.

«Esto está realmente bueno», dijo Márquez de 21 años, una joven dominicana que estudia en Cuba, mirando el resultado sobre su piel.

Cuba ya tenía artistas tatuadores antes de la revolución y su práctica era mal vista en los 50. El triunfo de los rebeldes continúo en los 60 con el estigma, al que agregó las preocupaciones por los riesgos para la salud del grabado en piel.

Pero ahora el tatuaje está en alza en Cuba, con cientos de talleres que operan tolerados, aunque vulnerables pues no hay una regulación legal que los proteja a ellos mismos, a sus clientes, ni les ampare la compra de materiales o les imponga una formación sanitaria.

El taller a donde Coca trabaja, La Marca, abierto hace exactamente un año, es un ejemplo tanto de la aceptación como de las dificultades para encuadrarse jurídicamente.

Instalado en una concurrida calle de La Habana Vieja, elegantemente diseñado con arcadas de ladrillo y techos de madera de puntal alto, vitrinas con instalaciones y cuadros por todas partes, el taller ha hecho unos 600 tatuajes a cubanos y extranjeros desde que comenzó en enero de 2015; y trabajó activamente en varios proyectos con las exigentes instituciones estatales.

«La Marca es mi casa, es mi estudio-taller. Así lo presentamos», explicó a la AP, Leo Canosa, un tatuador de 41 años y el dueño del lugar.

«El tatuaje en Cuba se mantiene en un limbo», reconoció Canosa, quien con su taller participó por ejemplo de la Bienal de Arte de La Habana en mayo –el más importante encuentro de expresiones visuales de la isla– con la presencia del creador mexicano Dr. Lakra, y realizó jornadas de reparación de juguetes para los niños o una exposición de patinetas «tuneadas».

La estatal Oficina del Historiador de la Ciudad suele difundir las actividades de La Marca y en sus comunicados de prensa la califica de un espacio «profesional», aunque de todas formas la sede mantiene su independencia de cualquier institución oficial.

«No somos ilegales, ni legales. Preferimos usar la palabra alegales, porque aunque estemos en ese limbo nuestra acción no es delictiva», comentó Marta María Ramírez, comunicadora de La Marca.

En esta foto de 5 de febrero 2016, el artista del tatuaje Mauro Coca estampa la figura de un pájaro tropical en el brazo de la dominicana Julivic Márquez, de 21 años, en La Habana, Cuba. El estudio donde trabaja Coca, La Marca, es una demostración de la aceptación de los tatuajes de Cuba, que fueran combatidos tras la revolución como peligrosos para la salud y considerados un vestigio del capitalismo. La tienda se inauguró hace un año en una de las calles más activas de la Habana Vieja a la concurren cientos de clientes nacionales y extranjeros.. (AP Photo/Desmond Boylan)
En esta foto de 5 de febrero 2016, el artista del tatuaje Mauro Coca estampa la figura de un pájaro tropical en el brazo de la dominicana Julivic Márquez, de 21 años, en La Habana, Cuba.  (AP Photo/Desmond Boylan)

Pero mientras La Marca tenía un despegue exitoso, otros talleres sufrieron la presión de la ilegalidad.

A mediados de 2015, poco después de la Bienal, al menos media docena talleres desde aquellos de escasa trayectoria, hasta algunos que llevaban décadas de trabajo fueron cerrados. Inspectores estatales se presentaron para decomisar máquinas, tintas y agujas, un operativo que puso en alerta a toda la comunidad de tatuadores por lo que incluso quienes no fueron visitados cerraron sus puertas para no perder los materiales.

Uno de los que debió permanecer dos meses sin trabajar luego de que se le presentaran los inspectores fue el Che Alejandro Pando, con más de 20 años en el rubro y quien en los 90 trabajó arduamente para desestigmatizar el tatuaje en Cuba y ahora lo hace para lograr la legalidad del género.

«Los tatuadores en realidad no tienen ningún estatus, ni de artistas ni de nada. Estamos luchando desde el año 96 para que nos acepten dentro del arte en Cuba, pero al final eso no se ha logrado», expresó Pando de 43 años.

Tras las clausuras gubernamentales, un grupo de artistas se reunieron en casa de Pando con abogados y funcionarios del gobierno para ver «qué camino legal seguir», y al final se les permitió volver a trabajar.

«El regalo de las muchachitas de 15 años son tatuajes, eso no se veía antes. Todo está listo, el camino allanado, hay mucha calidad en arte, hay eventos en toda la isla, pero el problema de los materiales golpea mucho y sobre todo la legalidad que te pone en una situación muy vulnerable», manifestó Pando.

La legalización completa les permitiría también comprar materiales, obtener el apoyo de las instituciones culturales cubanas para realizar eventos y hasta no pelear en la aduana cuando traen sus pinturas o agujas.

Sin embargo, la mayoría de los tatuadores con algún prestigio consultados por AP rechazan ser incluido en alguna de las categorías de trabajadores independientes abiertas en 2010 al calor de las reformas aperturistas del presidente Raúl Castro y se sienten más identificados en el marco regulatorio para creadores, que durante décadas protegieron a pintores, músicos y actores cubanos.

Según los tatuadores, el «boom» llegó a la isla junto con la difusión mundial del género, el arribo de turistas y la divulgación de una estética de farándula donde las figuras aparecen con sus dibujos en la piel; mientras la posibilidad de viajar al extranjero de estos artistas les permitió conocer y comprar otros materiales y elevar su técnica.

Nadie sabe exactamente cuántos son, pero en el ambiente se estima que unos 500 tatuadores, en un rango que va desde prestigiosos talleres hasta locales minúsculos, con condiciones óptimas de higiene hasta algunos de dudosa sanidad.

Aunque abundan las mariposas y estrellas, en Cuba también se graban imágenes de la santería, como Santa Bárbara y la Caridad del Cobre y los seguidores de la hermandad afrocubana Abakua suelen dibujarse un diablito vestido de negro y con su singular tocado triangular.

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