El arte al aire libre transforma uno de los barrios más pobres de Santiago

Foto: tarjakankkunen.files.wordpress.com

Santiago de Chile, (EFE).- Delincuencia, vulnerabilidad y pobreza, con estos calificativos se asociaba la santiaguina Población San Miguel que hoy con orgullo pregona que revirtió esta realidad gracias al Museo a Cielo Abierto que adorna sus calles con más de 45 murales gigantescos.

En la populosa comuna de San Miguel, al sur del centro de la capital chilena, se levanta la población del mismo nombre, de pobladores de raigambre pobre y estigmatizados con la delincuencia y drogadicción.

Esta población fue creada a inicios de 1960, para alojar a las familias de los obreros de las industrias Madeco y Mademsa, creadas al alero de los sueños de un Chile industrializado que sustituiría las importaciones.

Los años pasaron, y con una dictadura de por medio (1973-1990), la población San Miguel y la mayoría de las poblaciones de Chile se transformaron en focos de resistencia contra Pinochet, pero también se agudizaron las desigualdades y la condición de pobreza de sus habitantes.

Casi 40 años después, las siete manzanas que se conectan entre los departamentos adornados con grandes murales que unen la población San Miguel, de unos 6.000 habitantes, le dieron una singular identidad.

Gracias a la gestión del centro cultural Mixart, que convocó a artistas de la calle para pintar los muros de los edificios de departamentos, le entregó «una vida de colores» a una población.

Fotografía del 18 de enero de 2016 del gestor cultural del "Museo a Cielo Abierto" en San Miguel y vecino de la población, Roberto Hernández de la Población San Miguel que con orgullo comparten el museo que adorna sus calles con más de 45 murales gigantescos
Fotografía del 18 de enero de 2016 del gestor cultural del «Museo a Cielo Abierto» en San Miguel y vecino de la población, Roberto Hernández de la Población San Miguel que con orgullo comparten el museo que adorna sus calles con más de 45 murales gigantescos.

El museo a Cielo Abierto en San Miguel, uno de los pocos en el mundo que se encuentra en medio de una población y al aire libre, es una galería de 45 murales gigantes de 80 metros cuadrados cada uno, que se despliegan de las paredes ciegas de las viviendas.

El gestor cultural del Museo a Cielo Abierto en San Miguel y vecino de la población, Roberto Hernández, señaló a Efe que «este museo nació como una medida desesperada para tratar de reactivar nuestra comunidad que estaba en un estado moribundo».

Roberto Hernández, quien también es parte del Mixart, confiesa que los alcances que ha tenido esta iniciativa son «insospechados», y están fuera de toda previsión.

A medida que avanzan los murales, las obras van narrando la historia e idiosincrasia de una población, pero también de un país, con creaciones que hacen referencia a Salvador Allende, Pinochet, las movilizaciones estudiantiles, o alusiones a poetas y escritores como Nicanor Parra, Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

«Este museo para nosotros, que pintamos en la calle, es un sueño. Inicialmente pensamos en 10 murales y ya vamos en 45. Esto es un referente a nivel nacional, pero también a nivel internacional», dijo a Efe el director artístico del Museo a Cielo Abierto, Alejandro «Mono» González.

Más de 100 artistas provenientes de Perú, Argentina, Colombia, Brasil, México, Alemania, Francia, Bélgica y Chile, han participado estampando su obra de forma gratuita en esta galería pública que se extiende en más de 5.000 metros cuadrados entre los muros de los deteriorados edificios.

En los muros se puede ver la fusión de muchas técnicas de pintura, como en la obra titulada «Integración», del chileno Mono González, y el francés y uno de los mejores grafiteros del mundo, Seth (Julien Malland), el primer extranjero que participó en este museo.

EFE
Foto: EFE

«El arte transformó nuestra población, no solamente es un tributo a los grafiteros y muralistas; es una herramienta maravillosa, potente y efectiva para reactivar esta comunidad que estaba en mal estado», asegura Roberto Hernández.

Los vecinos señalan que antes de ser pintados los murales, ellos decían que vivían en una población pobre en San Miguel, y ahora que está consolidado el museo, con orgullo se vanaglorian de vivir en la población del museo abierto.

Gracias al museo, Mono González ha viajado por el mundo mostrando estas obras, e incluso impulsó un museo abierto en Francia, que concluirá con murales pintados en las facultades de una universidad de Bordeaux.

«¿Dónde partió esto?, en una población en San Miguel», sentencia Mono González.

«El arte de la calle no está muy considerado, se ve como un arte menor, de parte de los que participan en galerías y museos. Esta iniciativa convierte un museo en algo vivo dentro de una población aceptada por los vecinos, le da un valor agregado», asegura.

En tanto, Hernández no disimula el orgullo al hablar del museo, repitiendo siempre de este que «la proyección nos superó. Este museo nos sacó del anonimato, hoy tenemos al mundo acá gracias a los murales», enfatizó. EFE

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