El jugo de naranja

Con el calor quiteño de estos días, detenerse en un esquina y disfrutar de ese elixir que tiene un contenido 70% bueno. Es otra cosa… un nuevo placer para los quiteños, que recién estamos descubriendo. Mientras me tomo mi botellita de jugo de naranja comprada en la Av. Naciones Unidas y Pereira, me pregunto: ¿Qué porcentaje de esos brebajes llenos de colorantes y gases será bueno? ¿el 100%? ¿Por eso el impuesto a las colas y no a los jugos? Estoy parado viendo el edificio del Municipio de Quito con resi-indignación (una mezcla de indignación resignada, cansada). Pienso en lo bueno que es tener, a esta hora, un buen jugo de naranja y que a mala hora no tenemos alcalde.

Sigo caminando, hacia el sur, jugando a “no pisar la raya en las veredas”. Y me digo, “¡cómo se ha complicado este juego!”. Era lindo jugarlo de niños, para los que no lo hacían, pues es tan fácil como caminar por la vereda sin pisar las líneas que se marcan en el suelo. Esa actividad lúdica hoy en día es imposible, imposible sin fisicazo, porque las aceras están tan partidas e irregulares que a uno le toca ir haciendo saltos gigantes o dando pasos cortitos. Y sí, siempre con el temor latente de que si saltas mucho te puedes caer a la calle, a uno de esos huecos en los que parece que ya te vas a caer hacia las líneas del Metro de Quito. ¿Al menos eso será que están adelantando? O, ¿en qué se ocupará Mauri? ÉL Mauri. El hombre no programado, el Ulises de la Cruz cabeceando para la selección en Lima. El hombre del gran pique desde atrás. Ese que llegó así, sin programar nada, eso sí que se nota. Menos mal parece que quedaron algunos planes que no se perdieron tras la barrera de las elecciones (como las bicicletas eléctricas y las luces para el Aucas) y alguno de esos planes pretende terminar. ¿Continuidad?

Llego a la esquina de la Av. Atahualpa y Av. Amazonas, donde quiero sentirme importante y preocuparme de verdad en esos temas relevantes en los que debe pensar un líder ciudadano. De esos del tipo: ¿hay jabón o no hay jabón en el agua que usan los muchachos en las esquinas para limpiar parabrisas?; o, ¿tendrán permiso para realizar malabares estos nómadas de las esquinas?; o, ¿serán legales las apuestas en el volley de la Carolina?; o, ¿mis fotos con los voluntarios del terremoto habrán sido compartidas las suficientes veces?; o, ¿la señora que corre sobre la linda alfombra azul que costó miles de dólares, tendrá cientos de dólares para comprarse zapatos adecuados y no botar dañando? Cosas así. Pensamientos de líder.

A la final decido ir por toda la Av. Amazonas, más o menos como puedo, para llegar hasta El Ejido. Seguro el Miche no tiene permiso y se lo cargan los municipales más temprano que tarde. Pienso en el sur. Donde viví siempre. Lugar de gente valiente. Allá sí, sin servicios, sin seguridad, sin aceras, sin ciclopaseos, sin alcalde. Siempre sin alcalde. Tal vez sería bueno preguntarles a ellos cómo han hecho para ser comercialmente tan activos sin nunca tener burgomaestre que lidere. Porque esa experiencia se la puede utilizar de la Av. Colón a Carapungo y más allá, con eso no nos quejaríamos ni esperaríamos nada. Sería de hacer sólo lo que han hecho siempre lxs ciudadanxs del sur y ya está.

Me acabo el jugo y salgo del trance. Aún no llegamos ni a la Pereira. En el bus que pita en la Amazonas hace un calor infernal. Lo más triste es que del trance me saca otro pito (no el del bus) sino uno en mi cintura. Le digo francamente cabreado al imbécil que se ríe: ¡hazte para atrás tarado, que estoy pensando!

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