Nuestros años verde flex

Roberto se define como un converso político. Su experiencia como un joven comunista que comprobó la falta de libertad individual existente en Cuba y la desaparecida Alemania Oriental lo desilusionó y lo hizo evolucionar hasta asumir como Ministro de Cultura del gobierno de derecha del presidente y empresario chileno Sebastián Piñera.

Su vida se encuentra plasmada en libros de su autoría. De esos que son difíciles dejar de leer. En ellos narra el sufrimiento que esos regímenes proponen a sus gobernados a cambio del bienestar común. “Como si uno tuviera varias vidas para vivir en un país así” afirma.

La izquierda promete un futuro mejor, mientras te llevan a la miseria. Orquestan campañas para demostrar que el pasado fue nefasto y que es necesario destruirlo. Que su líder mesiánico y populista tiene todas las soluciones. Entonces comienza el adoctrinamiento, que en nuestro caso, ya se encuentra plasmado en los libros de los que estudian nuestros hijos. Una batalla por las ideas que la derecha ha perdido, porque los liberales decidieron aceptar que existen personas que creen que el Estado debe planificar y organizar la sociedad desde el centralismo. Hemos llegado al punto en que convivimos con la idea de que che Guevara es una figura positiva y Pinochet un asesino. Es un error no combatir eso. La historia la ha escrito la izquierda y quien es dueño de la historia, será amo del futuro. Los comunistas se toman esta afirmación en serio.

Durante el aniversario, Roberto hizo un análisis. Preguntó cuál había sido el aporte en favor de la humanidad de los grandes representantes del comunismo o del socialismo del siglo veintiuno. Y la respuesta fue: ninguno. Solamente crearon división y odios, mientras empobrecieron a sus pueblos.

Los países comunistas que mejor desempeño tienen, son los que han aceptado que ese modelo económico es un fracaso. Tal es el caso de China y Vietnam. Cuba está adoptando progresivamente ese camino después del sufrimiento causado a su población durante la dictadura de los hermanos Castro desde el año 1959.

El socialismo del siglo XXI es sinónimo del socialismo del siglo XIX. Jamás ha funcionado para el pueblo. Los grandes ganadores son los dictadores que se perennizan en el poder obrando como monarcas para controlar a su antojo los medios de producción y la distribución de los bienes.

Por eso es importante analizar sistemas económicos que sí mejoran la calidad de los países, ofreciendo confianza para que la empresa privada pueda desarrollarse generando empleos que permiten que las personas salgan de la pobreza.

Cada vez que se incrementan los impuestos para mantener a un Estado que gasta más de lo que le ingresa, el socialismo del siglo XXI pone al capital sobre el ser humano. Porque el socialismo del siglo XXI parte de la premisa errónea de la inmovilidad social: creen que los pobres siempre serán pobres y los ricos siempre serán ricos. Según ellos, el Estado conoce lo que es bueno para el ciudadano común, convirtiendo a los funcionarios públicos en seres superiores iluminados que planifican nuestras vidas desde su trono, violentando la libertad individual.

Lo ideal es que la sociedad ofrezca la mayor cantidad de oportunidades para que los pobres puedan enriquecerse a través del emprendimiento o que salgan de la situación de pobreza mediante los empleos creados por una empresa privada que crece constantemente en un ambiente de confianza y reglas estables que fomenten el comercio. Hacia eso, con un gobierno más pequeño, debemos encaminarnos.

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