Lasso, ganador indiscutible del debate

Guillermo Lasso se erigió la noche del miércoles como el ganador indiscutible del debate presidencial organizado por la Cámara de Comercio de Guayaquil, al que asistieron todos los candidatos, excepto Lenín Moreno, que a la misma hora conversaba solo en algún lugar de Quito, en un acto magnificado por los medios al servicio del régimen. En realidad, el exvicepresidente de la República, no le hizo falta a nadie. Nadie lo extrañó, y quizás su presencia hubiera sobrado en esa fiesta de la democracia y la civilidad en que terminó convirtiéndose el evento pese a los esfuerzos por desvirtuarlo.

Curiosamente, la superioridad dialéctica de Lasso, que ya era evidente tras terminar la primera ronda de intervenciones, se volvió manifiesta tras el ataque de la candidata Cynthia Viteri. Entonces, ante las cámaras de televisión, la respuesta caballerosa del representante de CREO contrastó con los gestos y la actitud corporal de la socialcristiana. Cynthia parecía una diputada en el Congreso combatiendo contra la tiranía, cuando estaba en un evento en el que íbamos a escoger al ecuatoriano capaz de derrotar a la verdadera tiranía. Era como que María Corina Machado se hubiera lanzado con furia al cuello de Henrique Capriles en el debate para escoger al abanderado de la oposición venezolana contra el chavismo.

La actitud es difícil de entender. Si Cynthia creyera que en menos de un mes va a entrar a una segunda vuelta con el candidato del oficialismo, ¿por qué se empeña en quemar los puentes para una alianza de toda la oposición que le permita derrotar a Moreno? A no ser que en realidad esté trabajando para debilitar a Lasso y permitir el triunfo de Moreno en primera vuelta. La suposición, por supuesto, es absurda. De manera que hay que descartarla por inverosímil. Pero no se me ocurre otra respuesta.

La paradoja es que los ataques a Lasso le permitieron que se luciera. Como el esquema del debate establecía que cuando alguien era aludido, tenía treinta segundos adicionales para responder, cada una de las tres veces que Cynthia ocupó el tiempo que tenía (para explicar sus planes de campaña) en dirigir ataques personales contra Lasso,  el dirigente de CREO tuvo tiempo extra de exposición. Como otros candidatos también se dedicaron a cuestionarlo, finalmente Lasso habló varios minutos más que todos los demás, con la consiguiente ventaja. Si bien no la necesitaba.

La pobreza intelectual de la mayoría de los candidatos era inocultable. Iván Espinel habló de cortarles las manos a los corruptos y de la pena de muerte a los violadores de niños, como si estuviera compitiendo en el Estado Islámico. Pesántez, Zuquilanda y Bucaram, si bien no llegaron a esos extremos, no mostraron talla de estadistas. En medio de todo, Paco Moncayo lució como una excepción. Digno y sobrio, el viejo general explicó con serenidad su plan para combatir el desempleo desde el Estado incentivando la obra pública. La respuesta no me convence a mí, pero debo reconocer que es coherente en el candidato de una plataforma que engloba al antiguo Partido Comunista Marxista Leninista y a Pachakutik.

Hay que destacar el profesionalismo de Andrea Bernal en la conducción y la seriedad de la Cámara de Comercio de Guayaquil al organizar el evento. Al final, las últimas imágenes transmitidas captaron la esencia de lo que había ocurrido. Terminado el debate, Cynthia no se despidió de nadie (quizás solo del que estaba al lado) y bajó las escaleras con ceño fruncido para confundirse con sus barras, mientras los demás candidatos se buscaban para estrecharse las manos con cordialidad en elemental muestra de civilización. La imagen de Guillermo Lasso y Paco Moncayo despidiéndose con un abrazo hubiera servido para que un productor más atento terminara el programa congelando la imagen y fundiendo a negro. Vale.

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