La «Guerra del pan» venezolano sigue cobrándose más víctimas

En esta imagen, tomada el 20 de marzo de 2017, un cartel con la frase "No hay harina. No hay pan" colgado en un estante vacío en una panadería privada en Caracas, Venezuela. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2016, elaborada por investigadores de tres de las principales universidades del país, reveló que a 93% de los hogares venezolanos no les alcanza el dinero para adquirir suficiente alimento. (AP Photo/Fernando Llano)

CARACAS (AP) — Durante 25 años, después de inmigrar sin un centavo desde su natal Portugal, Eduardo Dos Santos atendió personalmente a los clientes de la panadería Mansion’s Bakery en el centro de Caracas.

Ahora, la panadería está bajo el control de un grupo comunitario oficialista que vigilan la producción y venta, como parte del último intento del gobierno para reducir las largas filas de compradores que se han vuelto un símbolo de los problemas económicos en Venezuela.

Luego de que el presidente Nicolás Maduro declarara lo que llamó una «guerra del pan» para combatir la escasez de uno producto básico de la dieta de los venezolanos, miembros de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) irrumpieron en Mansion’s Bakery.

A los encargados de la panadería los señalaron de acaparar la harina que les da el gobierno y que las autoridades exigen se use para elaborar pan y no productos más caros como pastelillos.

Dos Santos, de 52 años, dijo que al lugar llegó un grupo. «Y me sacaron», comentó el hombre de 52 años y quien asegura temer por su vida por la manera en que lo trataron. «Uno de ellos me dijo: arráncate de aquí; y me quitaron las llaves del negocio».

Las autoridades dijeron que el lugar fue intervenido por 90 días y entregaron su manejo a uno de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, organizaciones vecinales comunales creadas por el gobierno para distribuir alimentos a precios subsidiados.

Entre los nuevos ocupantes del lugar, rebautizado como Minka, hay algunos jóvenes con rastas, perforaciones en la nariz y tatuajes en los brazos. Para adornar las paredes los nuevos inquilinos colocaron fotografías de Maduro, el fallecido presidente Hugo Chávez y el Libertador Simón Bolívar.

Sin embargo, en una reciente visita de The Associated Press al lugar, algo faltaba: el pan.

«Ahora no tenemos pan», se quejó la jubilada Milagros Cabrera tras detenerse frente a la panadería ocupada.

«El pan que vendían aquí era sabroso, pero lo subieron demasiado. Con ponerle una multa habría sido suficiente. No hacía falta quitarle la panadería al dueño. Eso no resuelve el problema de la escasez», agregó.

Los esfuerzos del gobierno para garantizar la provisión de pan ante la escasez de harina no han dado resultado y siguen formándose largas filas de compradores frente a las panaderías. En algunas, los mostradores vacíos tienen letreros con la leyenda: «No hay harina, no hay pan».

Además de miembros de los comités, en algunas panaderías del centro de la ciudad también se observan militares y miembros de la milicia, una fuerza de civiles uniformados creada por el gobierno.

«Aquí se está cumpliendo lo que dispuso el Estado», afirmó Milagros Trujillo, un sargento de la milicia de 58 años mientras culminaba la supervisión de la venta de un lote de pan en una panadería cercana al palacio de gobierno intervenida a mediados de la semana pasada.

«La guerra que tenemos no es una guerra de balas, municiones y bombas, es una guerra asimétrica», dijo Trujillo a la AP al explicar que las autoridades permanecerán en algunas panaderías para asegurar que los sacos de harina que distribuye el gobierno se utilicen para la venta de pan a precio regulado y no para otros fines.

El vicepresidente Tareck El Aissami anunció que las panaderías debían disponer 90% de la harina para producir pan largo, conocido como «canilla», y que el resto podía utilizarse para la elaboración de dulces y panes rellenos. Asimismo ordenó que la venta de pan debía comenzar a las 7 de la mañana.

El Aissami advirtió que las panaderías que incumplieran la medida serían ocupadas por las autoridades.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2016, elaborada por investigadores de tres de las principales universidades del país, reveló que a 93% de los hogares venezolanos no les alcanza el dinero para adquirir suficiente alimento.

«La cosa se nos está poniendo difícil», afirmó Jesús Valbuena, el encargado de una pequeña panadería del centro de la ciudad, mientras era observado de cerca por dos milicianos vestidos con uniformes color caqui y sombreros del mismo tono.

Valbuena dijo que para los panaderos resulta «insostenible» mantener sus comercios solo con la venta de pan a precio regulado. «No sé cuánto podremos soportar esto» agregó.

José Sánchez, uno de los voceros de la principal federación de panaderos del país, dijo a AP que la crisis que enfrenta el sector, integrado por unos 500.000 comercios, es producto de la falta de harina y que si el gobierno garantizara inventarios podría superarse la escasez de pan.

Los panaderos aseguran que reciben semanalmente algunos sacos de harina de trigo del gobierno, principal importador del producto, que solo les sirven para sacar varios miles de panes con precio regulado que se agotan rápidamente.

Los venezolanos hacen frente desde hace más de cinco años a problemas de desabastecimiento de alimentos, medicinas y otros bienes. A ello se suma una inflación que ronda los tres dígitos. De acuerdo con estimaciones de la Comisión de Finanzas del Congreso en los últimos 12 meses los precios han crecido 741%.

«Ver esto me da ganas de llorar», se lamentó Antonio Medina, un jubilado de 77 años, al detenerse frente a los mostradores casi vacíos de una vieja panadería del este de Caracas en la que, recordó, había diversidad de panes y pasteles.

«Quiero comerme un pan dulce y ahora no hay y lo que hay está demasiado caro. Tendré que conformarme con un café», se resignó.

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