Si los resultados de la consulta popular son favorables al Sí, no es gracias a sus méritos. Para un gobierno que tiene menos de un año, la cascada de errores que ha cometido es asombrosa. Las desconcertantes declaraciones del Sr. Mangas; la vergonzante transacción de nuestra nacionalidad con Julian Assange, en manifiesta violación de la ley y el derecho internacional; el apoyo a la sangrienta dictadura militar de Venezuela; la continuación de la política económica del anterior régimen –el de la “mesa servida”– que nos mantiene estancados, sin crecer y sin empleo digno para millones de ecuatorianos; la falta de una comisión internacional contra la impunidad con el apoyo de las Naciones Unidas; el mantener con dineros públicos a un séquito de guardaespaldas para el exdictador, convertidos ahora en matones de su campaña electoral por el No, son algunos de esos desaciertos. Desaciertos que han provocado el desencanto de los ecuatorianos que esperaban que el nuevo gobierno dé un cambio sustancial.
Al parecer los asesores presidenciales cayeron en el error de creer que la ciudadanía iba a contentarse permanentemente con cambios formales, por muy importantes que sean –el fin de los insultos, la nueva posición frente a la corrupción, la prioridad del diálogo, etcétera–, y que no reclamaría cambios de contenido. O que la buena imagen del presidente Lenín Moreno iba a esconder las barbaridades de sus asesores y ministros. Contrario a lo que proclaman los parlanchines de la comunicación, en la democracia la sustancia termina venciendo a las formas.
Si a pesar de todos estos errores llegase a ganar el Sí –como parece que sucederá–, lo único que demostraría es el enorme hastío, rechazo y hasta repugnancia que le causa a la ciudadanía recordar todo lo que tuvo que soportar durante la pasada década. El solo verlo al jefe de la mafia haciendo campaña y dando entrevistas luego de haber liderado el régimen más corrupto de nuestra historia; el solo pensar que pretenda seguir mandando; el solo recordar cómo se enriqueció su pandilla de esbirros, dizque empresarios, que vivieron de las coimas y contratos a dedo, todo esto ha provocado no solo la ira colectiva contra él, sino una adhesión a votar por el Sí.
Que el Gobierno no se engañe. La consulta no es suya. Que muchos de sus colaboradores no solo que se quedaron callados ante los abusos y asaltos del dictador fascista, sino que hasta lo aplaudían fanáticamente. La consulta es de los periodistas, políticos, indígenas, estudiantes, trabajadores y empresarios perseguidos, de las mujeres insultadas, de los millones de ecuatorianos en la pobreza por un modelo económico fracasado, de los cientos de niños abusados. De una república que fue traicionada, saqueada y humillada por un dictadorzuelo cuyo narcisismo solo era y es comparable con su mediocridad; en fin, de los ecuatorianos que ahora tienen la oportunidad de recuperar su dignidad y de enterrar al correísmo, su corrupción y vulgaridad. Es de ellos la consulta. (O)
- El texto de Hernán Pérez Loose ha sido publicado originalmente en El Universo.