Unas 1.700 hectáreas de bosques de la Amazonía peruana fueron deforestadas durante el primer semestre de 2017 por la minería ilegal de oro en los ríos de la sureña región de Madre de Dios, fronteriza con Bolivia y Brasil, informó hoy el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP).
Mediante imágenes de satélite, el MAAP determinó que la deforestación acumulada por la actividad de los mineros auríferos ilegales en esta zona alcanza más de 8.800 hectáreas desde el año 2013, parte de ellas en zonas cercanas a áreas naturales protegidas.
Los principales focos de deforestación están en La Pampa, el mayor centro de minería ilegal de Perú, y la cuenca alta del río Malinowski, separados ambos por una distancia de unos 20 kilómetros.
Las nuevas áreas devastadas durante los primeros seis de este año se ubican «irónicamente» en concesiones destinadas a la reforestación y en el territorio perteneciente a la comunidad nativa Kotsimba.
Ambos enclaves están fuera del corredor minero legal y dentro de las zonas de zonas de amortiguamiento de la reserva nacional Tambopata y del parque nacional Bahuaja Sonene, espacios adyacentes a las áreas protegidas que sirven de transición entre las reservas y su entorno, y en las que también está prohibida la minería.
El MAAP, impulsado por las ONG Conservación Amazónica (ACCA), de Perú; Amazon Conservation, de Colombia; y EcoCiencia, de Ecuador, advirtió nueva presencia de mineros ilegales dentro de la misma reserva nacional de Tambopata en esta primera parte del año.
Sin embargo, esos mineros fueron expulsados con tres acciones de interdicción gracias a las coordinaciones del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (Dicapi) de la Marina de Guerra y la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Madre de Dios.
Además de la deforestación, la minería aurífera ilegal también utiliza metales pesados para extraer el oro como el mercurio, con el que contamina los ríos de la Amazonía en cuyas riberas se asientan centenares de comunidades nativas que utilizan sus aguas para beber, bañarse y pescar. EFE