Insaciable sed de sangre de la dictadura de Daniel Ortega

Editorial del diario La Prensa
Managua, Nicaragua

Un muerto más y varios heridos dejó como saldo sangriento el ataque de las fuerzas policiales y de bandas asesinas al servicio del Gobierno, contra una manifestación cívica y pacífica del pueblo nicaragüense realizada en Managua este domingo 23 de septiembre.

La nueva cuota de sangre humana fue cobrada por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, cuando al medio día de ayer una marcha pacífica de los ciudadanos para pedir la libertad de los presos políticos, fue atacada con armas de fuego y bombas lacrimógenas por la Policía y bandas criminales orteguistas, en un barrio del sureste de Managua.

Las fuerzas represivas orteguistas habían intentado impedir la marcha, al bloquearla en su punto de inicio cerca del Mercado de Mayoreo de Managua. Pero al no poder impedir que los ciudadanos marcharan de manera ordenada, cívica y pacífica, la atacaron criminalmente con el saldo sangriento antes apuntado, incluyendo al periodista Winston Potosme que fue herido por un balazo en uno de sus brazos.

Como ya es costumbre en estos casos, la Policía orteguista dio a conocer inmediatamente un comunicado que ya tenía preparado de antemano, en el cual culpó a los manifestantes pacíficos de haber sido ellos mismos los que provocaron la violencia que causó la muerte del ciudadano Max Andrés Romero. Se trata de la típica, gastada pero siempre repetida estrategia nazi, de asesinar y luego culpar a las víctimas para criminalizar a personas opositoras, perseguirlas, encarcelarlas, torturarlas y condenarlas judicialmente en procesos amañados.

La opinión pública internacional está impresionada al ver cómo la ciudadanía nicaragüense sigue saliendo a las calles, a marchar cívica y pacíficamente en ejercicio de su derecho constitucional y humano y en demanda de libertad y democracia, a pesar de la brutalidad represiva de la dictadura, cuyos asesinos atacan con armas de fuego a los manifestantes a pesar de que entre ellos marchan mujeres, ancianos, niños y familias enteras sin más armas que su valor personal, sus pancartas y sus símbolos nacionales.

Desesperadas ante la represión y el acoso asesino de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, algunas personas incluyendo a formadores de opinión pública llaman a la realización de acciones extremas de resistencia y lucha, que aunque no sean violentas ni armadas pueden perjudicar las mismas fuerzas democráticas, o en particular de algunas de ellas, en vez de favorecerlas.

El pueblo democrático de Nicaragua ha hecho todo lo que ha podido, para poner fin a la dictadura y abrir el camino a una salida democrática de la crisis, por medio de la celebración de elecciones adelantadas, limpias, creíbles y supervisadas internacionalmente.

Lo único que ha faltado es que el Ejército asuma su responsabilidad nacional y obligue a la dictadura a poner fin a la matanza de nicaragüenses y aceptar una salida democrática de la crisis. Como se lo pidió la Alianza Cívica en un comunicado a principios de septiembre, que es el Mes de la Patria nicaragüense.

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