¿Ganó o perdió Trump?

Luis Fernando Ayala
Guayaquil, Ecuador

Las recientes elecciones de medio término en los Estados Unidos arrojaron resultados que a primera vista parecen poco concluyentes y en principio contradictorios: mientras los demócratas lograron conseguir la mayoría de la Cámara de Representantes luego de ocho años; los republicanos ampliaron su mayoría en el Senado. Las interpretaciones realizadas por los analistas de los principales medios de comunicación norteamericanos y recogidas por los medios de otras latitudes, fueron igual de disímiles.

Si uno observaba la eufórica reacción de los presentadores y analistas de CNN, bien podría haberse concluido que en los Estados Unidos existía un solo cuerpo legislativo con poder real: la Cámara de Representantes. El hecho de que los republicanos obtuvieran una mayoría más amplia en el Senado con la capacidad de aprobar con mayor facilidad las nominaciones que provienen del poder ejecutivo incluyendo las trascendentales designaciones para la Corte Suprema, parecía ser simplemente una anécdota en medio de un triunfo arrollador del partido de su preferencia.

Para la izquierda y sus medios de comunicación, el triunfo de los demócratas era claro; porque al ganar la Cámara podrían dedicarse a hacerle la vida imposible a Trump a través de pesquisas, bloqueo en la aprobación del presupuesto, extensos requerimientos de información, convocatorias a audiencias de carácter obligatorio para los funcionarios de su administración, etc. Inclusive no dejaron de regodearse abiertamente ante la posibilidad de que la Cámara iniciara un juicio político (impeachment) a Trump por razones poco claras. Que ese posible impeachment tenga cero posibilidades de éxito en el Senado, resultaba una nimiedad. En resumen, el triunfo de los demócratas se reduciría a su capacidad de hostigar, debilitar y neutralizar a Trump; teniendo en cuenta que en el 2020 la derrota de Trump se encontraría garantizada a la luz de las recientes elecciones.

Por el contrario, si uno veía Fox News o leía alguno de los sitios abiertamente alineados con Trump; uno podría pensar que lo único importante era el Senado y que no se necesitaría de la Cámara Baja para aprobar el presupuesto, y para pasar leyes que son vitales para su agenda como: la reforma migratoria, de salud, y la tan urgente ley de infraestructuras. Aparentemente para los conservadores haber perdido más de 35 escaños en la Cámara de Representantes resulta a lo sumo una leve inconveniencia. Para los conservadores parecería que se ha convertido en una obsesión nombrar a la mayor cantidad de jueces para las cortes federales. Obsesión que resulta comprensible hasta cierto punto, luego de cincuenta años de activismo judicial de la izquierda, que inició con la Corte presidida por Earl Warren.

La interpretación correcta de los resultados resulta más compleja que las visiones simplistas mencionadas anteriormente. La pérdida de la Cámara de Representantes por parte de los republicanos es una evidente derrota para Trump; más aún porque el amplio margen de la pérdida hace que sea más difícil revertir su control en las próximas elecciones. Pero más importante que eso, es que esta elección representó el alejamiento de uno de los históricos bastiones de los republicanos: los acomodados habitantes de los suburbios que rodean a las grandes ciudades norteamericanas. En las últimas décadas, los votantes de las ciudades optaron de forma abrumadora por el Partido Demócrata; pero esta votación se compensaba por una coalición de votantes rurales y aquellos que residían en los suburbios. El estilo de Trump resulta tan repulsivo para estos últimos votantes, que ni siquiera la boyante economía que preside sirvió de aliciente para impedir que este electorado abandonara en masa a sus congresistas republicanos.

¿Significa este resultado que la suerte de Trump está echada en el 2020? La respuesta es un rotundo no. Si se toman en cuenta los estados que apoyaron a republicanos y demócratas en esta elección, el candidato demócrata empezaría la elección con una ventaja de 20 votos electorales sobre Trump. Ventaja mínima que puede ser fácilmente revertida si Trump gana uno de los tres estados en los que triunfó en 2016 y que este año le dieron la espalda: Pennsylvania, Michigan o Wisconsin; o si logra ganar Minnesota que perdió por poco y que viene teniendo una sostenida progresión hacia la derecha en los últimos años. Escenario nada descabellado si se tiene en cuenta que el Partido Demócrata viene en un proceso de radicalización de izquierda desde hace varios años y que podría llevarlo a nominar a un extremista en el molde de Bernie Sanders o Elizabeth Warren.

Lo que sí resulta definitivo es que la polarización en los Estados Unidos se incrementará en los próximos dos años. Los demócratas iniciarán una carrera que coronará a quien resulte más extremo entre un elenco de candidatos que intentarán sobresalir por oponerse de la manera más agresiva a Trump, aunque esto implique violar normas y costumbres de la antes tan venerada democracia norteamericana. Por su parte, es de esperarse que Trump sea incapaz de reprimir sus instintos y responda con el estilo burdo y autoritario que ha alienado a tantos electores, y que desvirtúan sus logros en el campo económico. La consecuencia será un debilitamiento de las instituciones democráticas estadounidenses y eso será una tragedia no solo para ese país, sino para el resto de democracias occidentales.

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