Miren al futuro

Mons. Julio Parrilla

Riobamba, Ecuador

La verdad es que el inmenso caos del arroz verde’ y su secuela de denuncias, procesos y desbandadas están sembrando en el país un sentimiento de decepción y de tristeza considerable.

La crónica roja está siendo sustituida por la crónica verde, de tal forma que el color esperanza va adquiriendo un tono más bien canalla. Cuando hablo con los jóvenes (y con la gente en general) percibo este desaliento que nos invade y que puede llevar al fracaso a cualquier país. Por eso, urge hacer justicia y poner las cosas (y las personas) en su sitio.

En estos días no me canso de repetirlo: “No miren a los políticos, miren al futuro”. Cansado de verles la cara a todos los pequeños y ridículos diosecillos del correísmo, pienso que ya va siendo hora de que la pesadilla de los corruptos dé paso a los sueños de los buenos ecuatorianos. No es que todos los políticos sean malos (¡faltaría más!), pero lo cierto es que la política, entendida como proyecto colectivo para organizar y sacar adelante la vida de un pueblo con justicia y equidad, deja bastante que desear.

No sé si somos conscientes del mal que la corrupción nos hizo y nos está haciendo, un mal que hipoteca la vida del país y lo deja marcado para muchos años. Lo peor no es el dinero que han robado a los pobres del país, sino la sub cultura que han ido creando: pareciera que todo se explica y se justifica desde el afán de poder y de ganar dinero al precio que sea.

Los predicadores y confesores tienen bastante trabajo por delante, pues la corrupción se ha ido instalando y metastizando tanto en la vida pública (república de amiguetes y de socios) como en la vida privada (poderoso caballero es don dinero).

El horizonte es otro. Comprendo muy bien la preocupación por sacar adelante la economía del país y participo del dolor de muchos de nuestros conciudadanos por tener un trabajo digno y bien remunerado, estable y respetuoso de cualquier derecho laboral. Pero Ecuador necesita algo más. Y ese algo más pasa por las familias, las escuelas, las universidades, las iglesias,… Es decir, por la conciencia moral y ética de la gente.

Para vivir bien no sólo hay que farrear, vestir y comer bien, tener el carro del año y la billetera abultada. Hay que soñar, pensar, sentir, desear, crear, estudiar y trabajar bien. Y, si Dios bendice con el don de la fe, rezar un poco más. Reclamen al anterior régimen lo que tengan que reclamar (ah, y que devuelvan el dinero, incluida la calderilla), pero, por Dios, miren al futuro y pregúntense qué país estamos construyendo, qué valores, qué educación, qué esperanza,… Porque de ello dependerá la calidad humana de todos y de cada uno de los ciudadanos.

Se los repito: “No miren a los políticos, miren al futuro”. Algún día, los políticos de la vieja escuela corrupta, ladrona, manipuladora y autoritaria, serán piezas del museo de los horrores del pasado.

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