Pescar a río revuelto

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaqui, Ecuador

Las medidas económicas dictadas por el gobierno de Lenín Moreno se venían venir, era «crónica de una muerte anunciada». Pero, ¿cuáles son los antecedentes?

El presidente Moreno asumió el poder en un país donde, supuestamente, recibía la «mesa servida», según el cínico prófugo de la justicia. En los 10 años de gobierno de Rafael Correa, el país tuvo un ingreso económico jamás visto en toda nuestra historia republicana, los precios del petróleo habían llegado hasta la astronómica cifra de 140 dólares por barril.

Había plata para todo tipo de obras y despilfarros: carretera de ocho carriles (donde convenía), proyecto de la refinería en El Aromo (Manabí), llamada del Pacífico, «botados» mil cuatrocientos millones de dólares, ahora convertida en un explanada, utilizada como pista de aviación, operada por narcoavionetas; universidades como Yachai, una burla infame, que nos costó, igual, varios millones; aeropuertos internacionales de lujo (Santa, Rosa y el Tena), donde no aterrizan ni gallinazos; mantenimiento y reparación de la refinería de Esmeraldas que, inicialmente, se presupuestó en algo más de 200 millones, pero el costo final fue de más de 2 mil millones dólares, para que siga igual, casi inoperable.

Los proyectos hidroeléctricos, las carreteras, las escuelas del milenio, los puentes que no iban a ninguna parte (sobre el río Mataje, en Esmeraldas, por ejemplo), todas esas obras, con escandalosos sobreprecios. Lo señalado son solo algunos ejemplos de la corrupción y del despilfarro del gobierno llamado de la Revolución Ciudadana, administrado por rufianes que proclamaban que eran de «manos limpias y de corazones ardientes».

En lo social, Correa persiguió a la dirigencia sindical, indígena, estudiantil y del magisterio; creó organizaciones paralelas a los gremios señalados, afines a sus abusivas decisiones; reprimió brutalmente la protesta social. Persiguió a periodistas que no comulgaban con sus abusos y trató de silenciar a la prensa libre con una ley mordaza. Destruyó la diplomacia altamente profesional y la transformó en una suerte de refugio internacional para sus incondicionales amigos y conmilitones.

Desafió irresponsablemente a las Fuerzas Armadas, debilitándola en su capacidad operativa, suelto de huesos, declaró que podía «gobernar con tenientes». En fin, sería largo seguir enumerando el daño casi irreparable que hizo Correa a su país. Pero hay que reconocer que los ecuatorianos tuvimos parte de responsabilidad, le toleramos a Correa todas sus trafasías.

El presidente Moreno, si bien es cierto tuvo el valor de enfrentarse al otrora amigo y compañero de fórmula presidencial, arremetió contra Correa, pero el correísmo, sigue vivito y coleando. Desde el inicio de su gobierno, Moreno debió quemar las naves políticamente y hacer un gobierno de unidad nacional; tomar las medidas sociales y económicas más adecuadas con el respaldo popular y terminar su gobierno en paz.

Ahora tenemos a un país caotizado con los gremios del transporte como punta de lanza, cuyos dirigentes gozan de considerables fortunas, gremios privilegiados y mimados de los gobiernos, en especial el de Correa. Tocadas sus canonjías, su respuesta es paralizar y caotizado el país.

Por último, frente a esta situación de angustia del pueblo, que ha venido demandando sobre todo seguridad, trabajo y que el gobierno recupere lo robado y que vayan presos los saqueadores del anterior gobierno; aparecen, con fuerza, las cabezas visibles del correísmo a pescar a río revuelto, incitando a la violencia, incluso haciendo llamados a defenestrar al gobierno, «rechazando» la represión; no se acuerdan cuando gobernaban con el capataz de Correa a la cabeza y cometieron toda clase de abusos, utilizando no solo la fuerza pública, sino jueces como sicarios y hordas de asalariados garroteros para brutales represiones.

El presidente Moreno debe actuar con firmeza, no ceder a los privilegiados transportistas, parar la anarquía, castigar a todos los responsables directos e indirectos del vandalismo. Pero en el tiempo que le falta para concluir su mandato, está obligado a tomar las medidas más adecuadas en favor de los más pobres, que dé ejemplo de austeridad. Venda aunque sea un avión de los dos que usa la presidencia. Que haga un gobierno de unidad nacional y se vaya tranquilo a su casa.

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