Entre coplas y tonadas españolas las tunas se abren paso en Ecuador

Con su típico atuendo de terciopelo negro y pose de trovador, jóvenes de tres universidades han recuperado en Ecuador el legado de las tunas, una tradición que en las últimas décadas parece haber echado raíces en el Nuevo Continente.

Ecuador se suma así a países como México, Colombia, Chile, Bolivia o Perú, que ya tienen agrupaciones musicales de este tipo desde hace algunas décadas, y lo hace con dos en Quito y una en Cuenca, que mezclan la mejor tradición española con populares géneros del país, pero siempre con el afán de abrir la senda a los más románticos y entretener a su audiencia.

La tuna de la UTE fue creada en enero de 2018 por su rector, Ricardo Hidalgo, que «había cursado su universidad en España y le apasionó mucho» y «tuvo la idea de crear una» en Quito, relató a Efe Alex Villavicencio, miembro de esta tuna.

El estudiante, de cuarto año de Finanzas, se unió al grupo por «amor a la música» y «con el objetivo de tocar mejor la guitarra».

Creada por ocho estudiantes de diversas carreras, la tuna se sumaba así a la de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE), que existe desde 2006, y a la de la Universidad del Azuay, creada en 2017.

Las de la capital ecuatoriana se inspiran tanto en la arraigada tradición universitaria española, como en las llamadas «estudiantinas» y «rondallas» quiteñas, de amplia profusión en la urbe desde 1880 hasta mediados de 1990.

Pero a diferencia de aquellas agrupaciones quiteñas, las tunas de la UTE y de la PUCE mantienen esa actitud picaresca y atrevida típica de la literatura y música del Siglo de Oro español y, por supuesto, han recuperado las tradicionales vestimentas negras y los instrumentos.

Con el laúd, la bandurria, la guitarra, la mandolina y la pandereta, alegran a transeúntes por las avenidas de Quito con coplas y tonadas que, en la mayoría de las veces, dedican al amor.

«Nos suelen decir que somos mujeriegos, nocheriegos, andariegos, pero siempre con una presencia de caballeros», alega Villavicencio, que entró en la tuna de la UTE a mediados de 2018.

Aunque la presencia de las tunas universitarias se consolida a principios del siglo XVI, una versión anterior podría remontarse a tradiciones españolas de los siglos XIII y XIV, cuando estudiantes de pocos recursos recurrían a su dotes musicales y picardía para tocar y cantar a cambio de comida y hospedaje.

Costeaban así su paso por la universidad y unas vivencias callejeras -muchas veces trasladadas después a su propia música- en las que deambular de una ciudad a otra eran algo común.

Vestido con el jubón, el abullonado, las calzas, la capa y los zapatos negros de hebilla, y con una beca de color rojo intenso, Mauricio Viteri, de 46 años y director de la tuna de la PUCE, explicó a Efe que la agrupación sigue manteniendo una función importante de cortejo, tal y como ocurría antaño.

«Los tunos ofrecían serenatas y las mujeres se sacaban las cintas del cabello para regalarles como símbolo de que les gustó», cuenta al explicar el porqué de las cintas que engalanan la capa del tuno.

Su compañero Diego Escalante, asegura que, aún hoy, hay quienes aprovechan las tunas para aproximarse a una chica, y sostiene que ha visto varias conquistas amorosas de sus colegas gracias a esta tradición.

«Muñequita, tu nombre en silencio/tu boca chiquita yo quiero besar/princesita la novia del viento/cuerpito moreno/ yo te quiero amar», es el verso de una melodía que interpreta con sus amigos para llegar al corazón de las chicas.

Pero advierte con humor que este papel puede ser en nuestros días un arma de doble filo, porque «si te sale bien, es súper bueno; pero si sale mal» el músico resulta ridiculizado en público.

Aunque menos que con el «baldazo» de agua fría que, hace siglos, la doncellas podían tirar a los tunos en señal de rechazo a la serenata o cuando trataban de echarlos por ruidosos.

Y aunque las tunas siguen siendo una tradición masculina, la de la PUCE integra también en sus filas a varias mujeres.

Viteri también permite la diversificación musical y sus tunos pueden tocar «cumbia, bolero, joropo, bambuco, tango… ¡Lo que uno quiera!».

Mantienen, eso sí, los instrumentos propios de la música universitaria española más tradicional.

Siguiendo las tradiciones más arraigadas, la de la UTE fue objeto de las típicas novatadas durante un peregrinaje en 2018 a la Universidad de Salamanca, donde conocieron esa faceta de las tunas que a veces despierta polémica.

Villavicencio relata que sus mentores salmantinos les instaron a «perder el miedo» con retos como el de correr en calzoncillos por las calles, o el de tocar varias melodías hasta que algún transeúnte les regalara un gorro, lo que logró en menos de diez minutos.

«Conocimos las tradiciones desde una forma más profunda (…). Allá suelen tomar bastante vino y ‘parchar’ (conseguir dinero en la calle) tocando canciones», recuerda el novicio sobre las penitencias que les impusieron sus hermanos mayores españoles.

Frente a otras más antiguas de América -la mayoría parecen remontarse a la segunda mitad del siglo XX-, las de Ecuador son particularmente jóvenes, pero les augura un futuro promisorio.

Villavicencio asegura entre risas ante los incrédulos, que entre los miembros del grupo las serenatas de la tuna han resultado ser exitosas a la hora de cortejar a las chicas, con una efectividad «del cien por cien». EFE

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