Vamos por más…

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Después de años de incertidumbre, dudas, mala información y complicidad ,finalmente la justicia falló en contra de una peligrosa banda de pícaros que, ocultos tras el poder, confundieron lo público con sus bolsillos y los intereses del país con los de ellos.

Lo trascendente de esta condena es que confirma lo que fue un secreto a voces durante varios años y abre la puerta a una serie de nuevos juicios e investigaciones sobre estos funestos personajes y sus cómplices. Se trata pues del principio de una limpieza inaplazable que necesita el País y no únicamente del final para ellos, aunque el gran público piense lo contrario.

Es un imperativo de moral pública el desmontar el engranaje de corrupción y complicidad que los socialistas del siglo XXI montaron gracias a la ceguera, el populismo, la información tendenciosa de determinada prensa y sobretodo el sesgo ideológico asociado a la educación que impera desde hace varias décadas.

Sin esta necesaria fumigación, sin la difusión permanente de sus ardides, el riesgo se mantiene y se amplifica. Nada más desmemoriado que un pueblo hambriento de promesas y frustrado por realidades. Países reputados como cultos han seguido el ingrato camino de la autodestrucción como resultado de falacias repetidas con aires de superioridad y barniz de cultura.

Es indispensable volver a aprender virtudes ya olvidadas como la honradez, el respeto a lo ajeno, el esfuerzo y la superación por sobre la dependencia y la envidia. Refundar la solidaridad como virtud y como obligación, más no como imposición. Pagar un precio justo al trabajador para que pueda mejorar sus condiciones de vida es justo, pero no lo es el permitir la ociosidad ni la alcahueteria a través de leyes y proclamas engañosas.

Hay que erradicar el discurso de odio y enfrentamiento y reemplazarlo por una dinámica de solidaridad y afán de servicio a cargo de quienes ambicionan el poder. Que la mística sea de servicio y no de codicia. Ojalá todos los que se llenan la boca de discursos sobre “ los deberes” expliquen sin engaños los “cómo “ para que todos entendamos que detrás del éxito hay compromiso, dedicación y trabajo duro.

La amarga constatación que emerge de un expresidente, un ex-vicepresidente y varios funcionarios de Estado condenados por peculado tiene que ser la señal indiscutible para que el país cambie de dirección y pronto, si quiere retomar el rumbo luego de décadas de desvarío y engaño institucional.

La función del Estado, hoy más que nunca, es crear las condiciones para un desarrollo armónico y sostenido de las actividades privadas, no torpedearlas y hundirlas en un maremagnun de impuestos, controles y cortapisas. Un estado responsable tiene que ahorrar en épocas de bonanza para tener la capacidad de distribuir recursos en épocas duras, y no despilfarrar los dineros de todos por consignas partidistas y cultos individuales que sólo crean déficits estatales.

Nunca es tarde para volver a empezar. Las lecciones que nos deja el nefasto correato deben ser aprendidas, aquilatadas y desterradas. Y que su eslogan de “vamos por más” sea el motivo para no dejar ni uno solo de esos malos ecuatorianos sin castigo. Esa es una tarea que no podemos soslayar ni postergar.

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