Todos los caminos

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

La historia está llena de ejemplos que ilustran y enseñan lecciones de vida. Uno de ellos es que la tolerancia muy pocas veces logra frenar el abuso. No enfrentar con firmeza las veleidades de liderazgos minoritarios pero codiciosos genera en los pueblos una sensación incómoda de debilidad y derrota y en los agresores una escalada de pretensiones irracionales frente a la debilidad demostrada.

Y es que con la bestialidad es muy difícil dialogar. La masa ciega solo conoce la violencia, la embestida y el vandalismo. Y la aparente tregua que genera la retirada dura apenas un instante antes de la siguiente embestida. Quito y Ecuador fueron víctimas hace un año de una brutal agresión, cuyo origen y sincronía con otros países demostró el afán totalitario y golpista de las huestes involucradas.

Ante el fracaso de sus tesis en varios países europeos, se reagruparon bajo el remoquete de un foro para continuar con sus protervos fines. Fines que nada tienen que ver con la democracia pero sí con el totalitarismo, con el perpetuarse y con imponer a sangre y fuego sus dogmas.

Cuentan para ello con aliados impensados, como son la desidia de los gobernantes, la inoperancia de las fuerzas del orden y la desunión de la sociedad civil. No se entiende de otra manera el ataque conjunto a las leyes y al orden a través de instituciones llamadas a defenderlos, cuya complicidad frente a los embates golpistas es preocupante e inaceptable.

Empecemos por un alcalde perdido e inoperante, incapaz de tomar el liderazgo ante la ciudad que se comprometió a defender y que sin embargo ofende con su ausencia. Continuemos por un CNE cuyas alcahueterías y compromisos son innegables y preocupantes, cuya autoridad moral es ampliamente cuestionada y que calla ante propuestas cada vez más inmorales por parte de varios partidos políticos. Sigamos el recorrido para recordar a un CPCCS absolutamente anodino y sin representación alguna, cuyo titular esgrime su discapacidad física para esconder su incapacidad mental para entender, actuar y enfrentar el peso de su desprestigio.

El siguiente eslabón es una asamblea desprestigiada y cómplice de todas las pillerías que han salido a la luz, fruto de impresentables tráficos de influencias y silencios elocuentes frente a las graves responsabilidades que debían asumir y han eludido.

Y en la cúspide de la pirámide, la actitud permeable de un gobierno de cartón, listo a plegar ante la dirección que le indique un viento fuerte y sin capacidad alguna para capitanear un elemental llamado al orden para rescatar a un país librado a su suerte.

Es comprensible entonces que sea la sociedad civil, harta de tanto abuso e inoperancia, la que tome la iniciativa frente a la inacción de quienes deberían ser los llamados a defenderla. Y es comprensible también que se dé un apoyo frontal a estas iniciativas.

Pero que no se pierda de vista la real envergadura del problema. Que no pasemos como siempre al lado del origen del entuerto sin detenernos a enfrentarlo. Es indispensable que el gobierno recupere y ejerza el principio de autoridad que recibió como mandato. Es mandatorio que las fuerzas del orden y sus autoridades no se amilanen ante las amenazas de comisiones internacionales infestadas por comunistoides.

Es imperativo apresar y castigar con el rigor de la ley a quienes quieren destruir la obra de todos los que amamos al Ecuador y no queremos dejarlo en manos de minorías subversivas, financiadas por capitales obscuros en su origen pero claros en sus metas.

La hora de la concertación y el diálogo ya pasó. Es el momento de la firmeza y de los actos. Un país no puede vivir secuestrado por el temor a una minoría envalentonada por la impunidad propiciada por quienes deben imponer el respeto y el apego al orden y las leyes. ¡Basta de medias tintas y de dubitativos compromisos! ¡Es el momento de lograr certezas, devolver el respeto a los mandantes y frenar a los sediciosos. Eso quiere el Ecuador entero!

Todo lo demás es un acto de debilidad, de cobardía y sobre todo el inútil dilatar de un problema que tiene que enfrentarse ya. Todos los caminos llevan a una definición que restablezca la fe y la confianza en las instituciones. Los ecuatorianos lo sabemos y exigimos que se concrete. Y sin más dilación.

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