La adorable pluma de Kate Morton

María Rosa Jurado.

María Rosa Jurado

Guayaquil, Ecuador

Mi fascinaciòn por las novelas de la australiana Kate Morton no ha hecho más que aumentar en estos últimos tiempos. Desde que la descubrí  he leído cinco de sus preciosas novelas, una detrás de la otra: “La casa Riverton”, “La hija del relojero”, “El jardín olvidado”, “Las horas distantes” y “El último adiós”.

Solo le pido a Dios que siga escribiendo y que lleguen pronto sus libros sus libros a Ecuador.

Es tan amena su escritura que una se desliza por las páginas sin sentirlas, saboreando sus muy cuidadas letras y disfrutando de su sorprendente imaginación,  anhelando y temiendo, al mismo tiempo, conocer el  desenlace para saciar nuestra curiosidad y no llegar a él  jamás para seguir leyendo el  libro.

Como heredera del legado de la reina del crimen, Ágatha Christie, y de las hiper románticas hermanas Brontë, con Kate nunca podemos descifrar sus misterios ni menos podemos dejar de estremecernos con sus intensos romances. Si bien es cierto, logramos  intuir ciertas pistas, el final siempre nos pilla totalmente desprevenidos.

En “El Jardín olvidado“, la desoladora historia de unos gemelos huérfanos, nos recuerda a los personajes de Charles Dickens, de quien se ha dicho que nunca como en sus novelas, los huérfanos fueron  tan desvalidos ni los villanos, tan malvados.  

Sus novelas, ambientadas en la época victoriana, nos hacen recorrer el Londres de caballos y carruajes, los pasadizos secretos de viejas mansiones a la luz de las velas, acompañando a damas deslumbrantescon sus vestidos de seda, cuyas bellas joyas esconden antiguos  y bien guardados secretos de familia.

Disfrutamos soñando con los jardines del condado de Kent y las cuevas ocultas en las playas de Cornualles, refugio de contrabandistas. Descubriendo mansiones y castillos que nos recuerdan de alguna forma “La casa desolada”, de Dickens.

En sus libros no falta nunca el arte, muchos de sus protagonistas son artistas  y tampoco faltan los cuentos de hadas: hay quienes los escriben, quienes los leen y quienes quieren deshacerse de ellos, pero de una u otra forma los libros tienen un papel preponderante en el universo de Morton: libros infantiles,  niños y  hadas brotan sutilmente  de su pluma y terminan metiéndose bajo nuestra piel.

 Pero no todo es miel sobre hojuelas en sus historias, como se suele decir. No hay que olvidar que esa época fue también escenario de terribles  guerras que dejaron una marca indeleble en los protagonistas. Uno de sus personajes señala que: “no se le puede pedir a un hombre que vaya a matar y esperar que regrese siendo el mismo”. Morton nos hace conocer las trincheras llenas de ratas, piojos y lodo en las que perdieron la vida y la razón tantas personas que marcharon a la guerra.

 Con Morton  exploramos profundamente el universo del dolor y de la culpa, de la enfermedad y del abandono. Descubrimos el amargo peso de lo que nos callamos y el dolor insoportable  de fallarle a nuestros seres queridos. Sus personajes, repartidos en tiempos y lugares diferentes, pero perfectamente sincronizados, se enfrentan con valor a su destino  o sucumben a la desesperación.

Kate también nos trae de vuelta el viejo romance a la antigua, tan venido a menos en estos tiempos de amor express, en los que el amor eterno dura tres años y nadie cree en finales felices.  Permitirnos disfrutar del romanticismo de Morton  es, “como bebernos una botella de anís y dormirnos en un lecho de rosas”, citando al poeta García Lorca.

Porque no creas que el romanticismo se ha marchado para siempre,  espantado por la insoportable banalidad de los  humanos. No, está escondido en los libros de esta autora y tal vez  también en el fondo de tu más querida fantasía, aunque nunca se lo confieses a nadie.

Ya lo dice Kate en su libro “El último adiós” en boca de su protagonista: “Hay veces en la vida que lo único que puedes hacer es seguir queriendo a alguien desde lejos”.

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