Separación de poderes

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

La insolencia propia de la camarilla de avivatos e ineptos que nos gobernó por una década llevó a uno de ellos a decir por televisión años atrás que Montesquieu y su visión de la separación de poderes habían sido abandonados hoy en día, que son ideas obsoletas. Y lo dijo con ese tono pedantesco con el que se dijeron tantas sandeces durante la década del Gran Robo. Años en que la corrupción y la ignorancia fueron convertidas en virtudes. Claro que para una banda de rufianes que llegan al poder la sola idea de la separación de poderes debe ser un absurdo, un sinsentido, un obstáculo a sus deseos de dominio y dinero que debe ser derribado. Y eso fue lo que sucedió durante la dorada década del Gran Robo. La garantía institucional de la separación de poderes que lleva a encauzar el gobierno, el gobierno de las leyes, de la justicia y de la administración, por tres andariveles diferentes evitando así el abuso y la ineficiencia, esa garantía, fue demolida hasta convertirla en una simple caricatura.

Y, sin embargo, esa visión de tres poderes o ramas de gobierno sigue hoy tan llena de vitalidad como hace más de dos siglos, cuando en Filadelfia se diseñó la primera constitución escrita al calor de los movimientos revolucionarios liberales. Desde la modestia de su inmortalidad, acomodado en los pedestales de las silenciosas bibliotecas, vistiendo su tradicional toga, Montesquieu ha de seguir allí impasible, sonriendo quizás al ver cómo sus ideas son hoy tan aceptadas que nos parecen tan naturales como el aire que respiramos. A pesar de ciertos retrocesos que han ocurrido con el correr del tiempo –y que más bien han servido para confirmar sus méritos– la visión de un gobierno de tres poderes divididos, o de poderes compartidos y balanceados, sigue tan fresca como cuando el Barón de La Bréde et de Montesquieu publicara la obra de su vida, El espíritu de las leyes, en 1748.

Una visión que ha sido remozada y matizada, analizada y observada, a lo largo de sus dos siglos y medio de vida, pero nunca descartada por quienes creen que la democracia, a pesar de sus contradicciones y errores, continúa siendo la mejor forma de gobierno. La centralidad que sigue teniendo esta visión de un gobierno de responsabilidades repartidas puede apreciarse en un interesante libro publicado por la Universidad de Oxford como parte de su colección sobre teoría constitucional, titulado The Three Branches; A Comparative Model of Separation of Powers (2015), obra escrita por el profesor Christof Moellers, un conocido jurista e investigador alemán.

El aborrecimiento que la mafia correísta profesó contra la separación de poderes ha devenido en una suerte de ciega obsesión luego de la sentencia en el caso Sobornos. Eliminar esa decisión de la Corte Nacional se ha convertido probablemente en el único objetivo de esa guerra que han desatado por regresar al poder. Sin importar el cómo –nunca les importó el “cómo”, ciertamente– ese fallo debe enterrarse. Y no lo ocultan. Lo dicen sin pizca de vergüenza, que la primera cosa que harán si regresan al poder es anular esa sentencia. Y es que saben que esa decisión marca el límite entre la dignidad de una nación y la indecencia de un pasado. Un límite que les estorba como les estorba Montesquieu y su separación de poderes. (O)

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