La ultraderecha alemana, de la agitación política al congreso antimascarillas

REFERENCIA | Protestas en Alemania ante las medidas de confinamiento por el coronavirus.

 La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) celebra este fin de semana un congreso federal desde su condición de agitador del espectro parlamentario y, también, como brazo político del negacionismo contra el coronavirus.

Kalkar, una ciudad de 13.900 habitantes a unos 50 kilómetros de Holanda, recibirá a los 600 delegados de un partido reacio a usar la mascarilla, sea en la calle o en el Bundestag (Parlamento federal), y que pretendía se le liberara de esa obligación en su convención.

La alcaldesa de la ciudad, Britta Schulz, líder de la plataforma ciudadana «Forum Kalkar», ha advertido de que no se tolerarán desobediencias a las normas impuestas por la pandemia, en medio de las restricciones a la vida pública y actos públicos que seguirán vigentes a escala nacional hasta enero.

Se ha dispuesto un contingente policial en torno al pabellón llamado «Wunderland» -«País de las maravillas»-, en una antigua central eléctrica. Hay varias marchas izquierdistas convocadas en contra de la presencia de la AfD, junto a otras de apoyo al partido.

Mientras otros partidos -como la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel- han aplazado sus congresos o los celebraron en formato virtual -como los Verdes-, la ultraderecha ha mantenido el suyo, donde marcará algunas pautas de cara a las elecciones generales de 2021.

No está la AfD precisamente en su mejor momento. Su cúpula trata de contener al sector más radical -«Der Flügel», El Ala, formalmente desarticulada, pero aún activa-, que está bajo observación de los servicios secretos de Interior; y tiene pendientes varias multas -una de ellas, de medio millón de euros- por donativos irregulares.

Ha perdido algo del fuelle electoral con que irrumpió en 2017 en el Bundestag. Del 12,6 % de entonces ha pasado a una intención de voto del 9 %, según la televisión pública ZDF. En medio de la pandemia busca su electorado entre el voto de protesta contra las restricciones.

Está muy presente en esas movilizaciones, que en Berlín y otras ciudades del país han llegado a juntar a decenas de miles de seguidores. Ahí se mezclan ciudadanos molestos por lo que consideran recortes a sus derechos fundamentales con comerciantes afectados por los cierres, defensores de teorías de la conspiración y radicales violentos.

DE ALTERAR EL TABLERO PARLAMENTARIO A LA CALLE

«La estrategia de la AfD consiste en tratar se hacerse atractiva donde hay descontento. En 2015, contra la llegada de refugiados. Ahora con las restricciones», afirma en entrevista a Efe Georg Maier, ministro del Interior de Turingia (este), «Land» donde la AfD es la segunda fuerza.

Eso «no sería tan grave», añade, si no fuera porque ahora se propone capitalizar unas protestas en que «se infiltran radicales violentos entre ciudadanos descontentos por diversas causas». Las protestas derivan en «una mezcla agresiva», donde se practica el acoso a los medios de comunicación y los ataques a las fuerzas policiales.

«La AfD no duda en marchar codo con codo con neonazis», apunta Maier, del Partido Socialdemócrata (SPD). Exhibe «cercanía ideológica» con esos grupos, pero sin «cruzar el límite de lo que está prohibido», como es portar símbolos nazis.

La AfD de Turingia «provocó una auténtica tormenta a escala federal», recuerda su ministro del Interior. Fue con la elección como primer ministro del liberal Thomas Kemmerich, con el apoyo de la AfD y de la CDU. Se rompió así, de facto, el cordón sanitario por el que se descarta en Alemania toda cooperación con la ultraderecha.

La propia Merkel llamó entonces a «revocar» ese voto. Unas semanas después, era reelegido como primer ministro Bodo Ramelow, de La Izquierda, al frente de un tripartito con el SPD y los Verdes.

«La AfD sacó el máximo provecho posible de una elección que finalmente no fue, pero que inscribió entre sus hitos», recuerda Maier. El artífice de esa sacudida fue Björn Höcke, líder de «Der Flügel», quien en sus discursos «mezcla conceptos muy cercanos al lenguaje del nacionalsocialismo».

Recuerda ahí Maier el pronunciamiento de Höcke, en un acto público, calificando de «monumento de vergüenza» el memorial erigido en Berlín para los millones de judíos asesinados en el Holocausto.

«Hay una clara cercanía con el revisionismo histórico», afirma. De los «conceptos vecinos» con el negacionismo del Holocausto se ha pasado ahora a negar la pandemia del coronavirus y colocarse como «defensores de la democracia» contra las restricciones.

Maier, como responsable de Interior de un «Land» bastión del ala más radical del partido, ve en la AfD «unas corrientes internas cada vez más peligrosas».

A escala parlamentaria, con altercados como el recientemente ocurrido en el Bundestag, donde invitados de la AfD increparon por los pasillos a diputados -como el ministro de Economía, Peter Altmaier-. En la calle, con su papel de «brazo político» de las protestas, como las que en ese momento discurrían ante el edificio. EFE

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