¿Qué busca la alcaldesa Claudia López atacando a los venezolanos?

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

Una alcaldesa, que llegó al poder de la capital de Colombia con un discurso de unión, inclusión y de abrazo a la diversidad, ha decidido impulsar una retórica xenófoba hacia los migrantes venezolanos. Claudia López acusa a los migrantes de “hacerle la vida cuadritos” a los bogotanos por aumentos en la inseguridad, y el ataque a tal minoría ha causado descontento en sus bases. Las declaraciones fueron amplificadas como propaganda por la cuenta oficial de la alcaldía de Bogotá. Podrían decirme que esto es noticia vieja, ya que ocurrió hace más de un mes, pero no ha habido ningún cambio comunicacional dentro de la administración de López y sus intenciones detrás de tal discurso deben explorarse.

Al ser cuestionada posteriormente, decidió apoyar nuevamente su postura, tildar de injusticia que la calificaran de xenófoba y decir que solo señalaba una realidad, sin buscar discriminar a nadie. El típico: “yo no me equivoqué, fueron ustedes los que no entendieron”. De hecho, ella lo fraseó mucho mejor, no sonó para nada prepotente. Dijo: “Esta alcaldía es supergenerosa como para que nos vayan a acusar de xenofobia” y dejó en claro que no era un problema de nacionalidad.

También, al extenderse en sus explicaciones, alegó que había una “minoría de colombianos y venezolanos delincuentes atacando a colombianos y venezolanos humildes”. Una especie de ‘los estoy protegiendo de ustedes mismos, y por eso no los discrimino”, planteando deportar inmediatamente a los migrantes participantes en delitos. Como era de esperarse, los comentarios con los que trató de arreglar el desastre no fueron compartidos por la vocería oficial de la alcaldía. El odio se comparte por las redes con logo oficial y anuencia de las autoridades, y la reconciliación se busca desde una entrevista con un medio donde no es el único tema a discutir.

Quienes la votaron jamás esperaron que la innovadora alcaldesa que llegó a romper el paradigma de la conservadora Colombia terminaría cayendo en los mismos actos de discriminación que criticaba antes con tanta fuerza y entereza. Parece que la inclusión que Claudia López buscaba era solo para ella, y luego de que la consiguió, se encargó de cerrarle la puerta a los demás. Como el que sube de primero a un bus y le dice al chófer que arranque.

Celebrando su victoria cuando llegó a la alcaldía, gritó a los cuatro vientos dentro de un auditorio que “la ciudad votó para que desaprendamos el machismo, el racismo, el clasismo, la homofobia y la xenofobia”. Su elección como la primera mujer alcaldesa electa de Bogotá era la cúspide de la inclusión, y a pesar de que no uso su identidad para hacer campaña, sí se apoderó de todos los clamados de las minorías en sus propuestas. Se supone que nadie se quedaría por fuera, pero algo cambió. En realidad, muchas cosas cambiaron. Con la pandemia, las prioridades cambiaron, las convicciones cambiaron, el gusto y los deseos de poder cambiaron, y las tasas de aprobación no fueron la excepción.

Desde junio del presente año hasta hoy, la aprobación de Claudia López ha disminuido un 6%, y a pesar de que se mantiene en un sólido 70%, no se entendería tan radical cambio de postura si no está buscando apelar a un sector que no la ve como una líder capacitada. A ese sector que no le importa la inclusión, y se preocupa más por el hecho de que está desempleado y hay un venezolano trabajando, lo que significa que ese trabajo podría ser suyo. Y si no vienen más venezolanos, no pueden quitar más trabajos. Y si los deportan a todos, quedan más trabajos para los bogotanos. Y con ellos lejos, se sienten más seguros. Ecuación simple: falsa e irresponsable, pero simple, que López decidió endorsar. 

Los comentarios causan sorpresa no solo por su perfil, sino por su postura en campaña y en sus primeros meses en oficio. En su primera rueda de prensa internacional tras asumir la alcaldía de Bogotá el 01 de enero del 2020, dijo que “debemos recibir a los venezolanos con generosidad”. Con una convicción del hoy por ti, mañana por mí. Con una memoria de los más de 4.5 millones de colombianos que emigraron a Venezuela durante la guerra contra el narcotráfico. Con un discurso que implicaba una especie de deuda que tenía Colombia con los migrantes venezolanos. Una deuda que planteaba retribuir con acción. Sería una atenuación decir que la deuda aún no está saldada, aunque no creo en la empatía por memoria. La empatía es mejor cuando se siente, no cuando es un trámite que debo respetar por algo que pasó hace decenas de años.

En Bogotá, de acuerdo con Migración Colombia, viven 330.000 venezolanos. En toda Colombia, más de 1.7 millones. Países hermanos, con millones de personas que comparten ambos pasaportes y velan por los intereses de ambas naciones, entre ellos mi familia y yo. Piensen, por un segundo, cómo estas declaraciones de una de las principales figuras políticas del país pueden afectar la seguridad de estos ciudadanos. Imaginen lo inverosímil de un panorama donde el presidente de la República, Iván Duque, ha sido el principal promotor de la migración venezolana en el país, y ahora tiene como contraposición en la opinión pública a una progresista alcaldesa que se abandera la causa del “venezolano=delincuente”. Inusitados paralelismos, un conservador derechista promotor de las fronteras abiertas contra una progresista de centroizquierda que aboga para que le permitan hacer deportaciones.

Este es tan solo un nuevo caso de la capitalización política a través del odio, en esta ocasión hacia la minoría con menos vocería en Colombia, sin organización fuerte interna ni voz ni voto dentro de las comunidades. La típica táctica de encontrar el enemigo común con los sectores adversos a mí para unirnos en derrotar tal amenaza y superar tan trágica etapa juntos. Y esa unión, se da en las urnas. ¿O no es eso lo que busca?

¿Qué busca la alcaldesa Claudia López? ¿Aprobación? ¿Generar debate? ¿Es una legítima preocupación por el bienestar de sus ciudadanos? ¿Si la nacionalidad no importa de qué sirve mencionarla? ¿Cuándo me vienen a robar yo le pido el pasaporte al ladrón? ¿Me duele más que me robe un compatriota o un migrante? ¿Saber la nacionalidad del ladrón me regresa mis pertenencias? La plataforma Barómetro de Xenofobia determinó un crecimiento del 918% en redes sociales en Bogotá con respecto a ataques a los venezolanos, entonces algo salió mal. Muy muy mal. Y fue por su culpa, alcaldesa.

Me parece patético y rebuscado lo que hicieron mis coterráneos en Miami al declararla persona non grata en el exilio venezolano, y la conversación para llegar a una mejor situación no debe ir por ahí. Lo que si necesitamos que recuerde, alcaldesa, es que no se puede ser selectivos con los derechos humanos. Cuando usted hace campaña por los derechos humanos, no es solo por los de las personas que les caen bien o por los suyos, también es por ese venezolano que le hace la vida cuadritos. La empatía y el respeto deben sentirse para que sean genuinos, porque si no pasan actos como este, donde fue sencillo tirar a la basura los meses de trabajo y las decenas de declaraciones velando por el bienestar y el buen recibimiento de los migrantes solo para buscar beneficios personales.

Si va a tratar bien a los venezolanos, no lo haga porque Colombia tiene una deuda moral con Venezuela, hágalo porque quiere. Si no, siga la ruta de la xenofobia, que igual el país que peor trata a los venezolanos es Venezuela, y el mayor castigo que puede darle a un migrante es forzarlo a regresarse.

Más relacionadas