Dos países

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Luego de escuchar las propuestas de nuestros inefables aspirantes a la presidencia, me queda claro que existen dos países. En el primero se alinean las utopías, la palabrería, los mitos, las referencias incompletas, las cuentas alegres y la falta de preparación. En el otro, la prudencia, la práctica, la mirada hacia metas concretas, las cuentas claras y la necesidad urgente de corrección en la política.

Durante muchos años, hemos escuchado las posturas de los vendedores de humo, las ofertas fáciles, las teorías jamás concretadas. La falta de educación, de rigor académico, de capacidad para entender la realidad económica y social del país frente al mundo han hecho el resto.

Una población cada vez más grande y necesitada ha apostado año tras año a la ilusión, a la magia de las palabras, al embeleco. A esa creencia que podemos lograrlo todo sin esfuerzo, que los fondos en manos del gobierno son infinitos, y que simplemente hay que entregar el poder a quien ofrezca a manos llenas las mayores ventajas. Y así estamos.

Endeudados, frenados, sin recursos para enfrentar lo básico por haber despilfarrado en lo superfluo. Tantas obras gigantescas, mal hechas, carísimas, construidas para satisfacer el ego y el bolsillo de los gobernantes, tantos bienes inútiles en manos del Estado y una angustiosa falta de recursos para salud, jubilación y bienestar. Y seguimos aplaudiendo a charlatanes sin elemental preparación en los temas básicos porque, desde un punto de vista estrecho y parroquial, con ellos hay obra y esperanza de lucro sin esfuerzo.

La realidad de muchas provincias inclina la balanza hacia los recursos que vienen del Estado, porque con las obras vienen los negociados, el trabajo y la oportunidad. La empresa privada no es tan generosa ni tan corrupta, así que las oportunidades no son tan fáciles.

Y es en este país de despilfarro y abuso al que nos hemos acostumbrado que anida la magia populista, fruto de la mediocridad y la viveza. Resulta lógico que esa votación vaya a chamanes, populistas, mentirosos y payasos.

Pero hay otro país. El de los ecuatorianos conscientes de los excesos estatales, del atraso tecnológico producto de medidas “ proteccionistas”, que únicamente han beneficiado a grupos cercanos al poder, de la falta de competitividad, de las dificultades de emprender y crear trabajo, riqueza y producción, de la realidad lacerante de la migración, producto de políticas burocráticas sin visión de país, de la desesperanza de los jubilados por el drenaje permanente de sus recursos en manos de un monopolio estatal.

Es el pais de los jóvenes que quieren trabajar, progresar, identificarse con mejores condiciones de vida, que piden oportunidades, no dádivas. Para que ese país se imponga, es necesario despojarse de la demagogia, fortalecer las estructuras económicas y no pretender destruirlas, exigir reglas claras en el tiempo, entender que la inversión es una forma de progreso y no un dogal imperialista, buscar las mejores condiciones para la deuda y el flujo de capitales externos, y abrir la mente al mundo en vez de esconderse detrás de prejuicios anacrónicos.

Es muy difícil que el próximo gobierno logre desmantelar todo el entramado que ha construido el populismo. En la mente de muchos ecuatorianos el trabajo sin esfuerzo y el bono estatal son una prioridad. Es por eso que existe un porcentaje importante a favor de perpetuar los donativos y no permitir otras opciones. Pero no es menos cierto que para una gran mayoría esas dádivas no sólo que no han sido suficientes sino que han generado más necesidades y pobreza.

La quiebra de las naciones que han aplicado ese sistema es la mejor demostración. Y es que nada substituye al trabajo y a la producción efectiva. Si el próximo gobierno logra establecer las bases para una economía sana, si logra frenar la codicia de un estado obeso, si permite que el progreso ingrese al País de la mano de empresas de primer orden y no de intermediarios tenebrosos, habremos dado un importante paso hacia adelante en la búsqueda de un Ecuador mejor. Y hacia allá debemos ir.

Olvidemos las novelerías sin respaldo en las urnas, las utopías que únicamente ocultan la ignorancia de las realidades, los payasos sin oficio, los eternos oportunistas que buscan cargos para mejorar sus ingresos a costa del pueblo ecuatoriano. La decisión es muy simple. O votamos por construir realidades o seguimos labrando fantasías. De ello dependerá el destino de nuestro país y sus habitantes. No lo olvidemos.

Más relacionadas