La cárcel debe desaparecer

Juan Ignacio Correa

Guayaquil, Ecuador

Por un momento, imaginemos que todos somos personas privadas de libertad (PPLs) y que los estados de privación se definen de forma gradual, y no los categorizamos por la situación espacial, es decir, que te encuentres en una cárcel o fuera de ella no define tu grado de privación. Entonces, qué factores definen los diferentes estados de privación. En primer lugar y por supuesto, nuestra biología.

Retrocede en el tiempo y estudia la historia de tus primeros años de vida, los primeros cuatro. Reducido a los instantes primitivos del desarrollo de tus capacidades motoras y cognitivas, la mente y el cuerpo eran, en circunstancias normales, igual de privativos que la coraza carcelaria. La libertad llegó a ti y gracias a la calidad del cuidado de otros.

El acceso a un grado superior de libertad fue producto de una acción conjunta cuya intencionalidad era, en el mejor de los casos, velar por tu desarrollo: alguien cocinó para alimentar tu cuerpo, alguien estudió para curar tus heridas y enfermedades, alguien medió para que conocieras a otros seres humanos e hicieras amigos, alguien intervino para que aprendieras información necesaria; todos ellos guardaban la misma intención, y apoyados en ella formaban la acción colectiva necesaria para romper las cadenas biológicas que aprisionaban tu capacidad de ser libre, al menos por un tiempo, antes que las mismas vuelvan a apresarte en los años de vejez. Sin embargo, cuando por primera vez te viste de tú-a-tú con la ciudad, tu mundo, en el momento inmediato a liberarte de unas cadenas, te sujetaron otras: las de la cultura y tu situación relativa a ella.

Con justas razones, te percibiste nuevamente como un ser indefenso al tiempo que experimentabas la impotencia desde un estado consciente. Hacías cálculos antes de salir, que devinieron habituales o intuitivos, sobre las probabilidades de ser acribillado, atropellado o atracado por otro individuo. Concebiste que la idiosincrasia cultural era estricta en cuanto al comportamiento se refiere, y aprendiste a ver al mundo desde las diferencias de género, las religiosas, y las económicas… mediante estas construcciones sociales asociabas una forma de conducta para hombres y mujeres, religiosos y no religiosos, ricos y no ricos.

Si frente a la coyuntura cultural eras pobre, estabas privado del acto de comprar comida, asimismo, estabas privado del acto de dormir sobre una cama y bajo un techo, o de disfrutar de un tiempo de ocio para compartir con otros seres humanos y satisfacer tus necesidades sociales. El estado de tu privación no dependía ni dependería, de ninguna manera, de un acto ilícito. Más bien, dependía del estado de la ciudad, del espacio, y tu posición frente al momento del tú-a-tú.

Los PPLs que viven en una cárcel acceden a grados de libertad mediante el delito; el sistema carcelario y el sistema penal sugieren que dentro de las formas de acceder a mayores libertades, dependiendo de tu estado frente a la coyuntura cultural, la cárcel es una de ellas, y el camino para llegar allí no es sino el de convertirse en un asesino, un ladrón o un violador. Los estados de libertad no se pueden entender bajo el paradigma de cárcel o ciudad, siendo la cárcel el estado de privación mayor, pues la cárcel no es el estado de privación mayor.

Peor aún, la existencia de la cárcel priva a quienes se encuentran en el exterior alocando recursos económicos a su mantenimiento que podrían producir sistemas más ingeniosos y efectivos, también los priva arrojando más violencia, también los priva porque su mera presencia nos impide cambiar este paradigma tan inoportuno para gestionar las libertades individuales, de forma distinta, en una sociedad densa y diversa.

Debemos dar pasos contundentes hacia la gestión de la libertad en sociedad pero también debemos observar esta dinámica lejos del paradigma cárcel no cárcel. La privación existente en nuestra cultura, que es consecuente de la desigualdad y la idiosincracia normalizada está a pasos de ser exacerbada por el mismo sistema que intenta impedir otra coraza sobre nuestras libertades: la violencia. La cárcel debe desaparecer, pero también nuestra necesidad de resolver los problemas sociales con la misma.

Motín en la cárcel de Turi, en Cuenca, en febrero de 2021. EFE

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