Ortega, dictador de Nicaragua

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

La historia de Nicaragua es similar al de otros países latinoamericanos, gobernada por dictadores. Anastasio Somoza García (1896-1956), apodado Tacho, asume el poder en 1937 e inaugura una dinastía familiar que durará 42 años y cuya impronta fue corrupción, abuso del poder, represión y autoritarismo

La lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) contra la dinastía alcanza su objetivo: Anastasio Somoza, apodado Tachito es obligado a renunciar y huye del país.

El 19 de julio de 1979, asume el poder la Coordinadora de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, encabezada por Daniel Ortega, líder del FSLN.

Daniel Ortega convocó a elecciones y fue elegido para el período de 1985 a 1990; en 1990 convoca nuevamente a elecciones y es derrotado por Violeta Chamorro.

Nuevamente, Ortega se postula para el período presidencial 2006-2011 y gana; siguiendo la franquicia bolivariana para perpetuarse en el poder no obstante el artículo 147 de la Constitución que establece: “No podrá ser candidato a Presidente ni Vice-Presidente de la República: a) El que ejerciere o hubiere ejercido en propiedad la Presidencia de la República (…), ni el que la hubiere ejercido por dos períodos presidenciales”. Ortega ya había sido dos veces Presidente; sin embargo, la Corte Suprema dio el visto bueno para que pudiera ser candidato y ser reelegido.

Ortega, con la anuencia de la dócil Corte Suprema, envió a la Asamblea controlada por el dictador, la propuesta para reelegirse indefinidamente y ésta aprobó, igual que en los tiempos de la “dinastía de los Somoza”.

En abril de 2018, a raíz de las pretendidas reformas a la Seguridad Social, fue el detonante de las protestas sociales, lideradas, especialmente, por jóvenes universitarios; la respuesta de la pareja Ortega-Murillo, fue una represión brutal, que sumaron alrededor de 300 muertes y cerca de 2 mil heridos, amén de cientos de presos.

Su gobierno lleva más de 14 años seguidos de control de todos los poderes. Los “enemigos” de Ortega son, la prensa independiente, sus excompañeros de lucha contra la dictadura de los Somoza, artistas, escritores, estudiantes y todos aquellos que se atreven a desafiar su sistema totalitario y corrupto que ha implantado.

Ahora que se acercan nuevas elecciones -7 de noviembre- el dictador ha ordenado la detención domiciliaria de Cristiana Chamorro, hija de la extinta expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, virtual candidata a las próximas elecciones; igualmente, han sido detenidos otros opositores y aspirantes a la presidencia, Arturo Cruz y Félix Madariaga; según sus corifeos de la justicia, los tres opositores  han atentado contra la “Ley de defensa de los derechos del pueblo y a la independencia, la soberanía y la autodeterminación para la paz”, que entró en vigencia en diciembre pasado.

Según esa ley espuria, ha sido violada por Chamorro, Cruz y Madariaga. Son “traidores a la Patria” los nicaragüenses “que realicen actos que menoscaben la independencia, la soberanía, y la autodeterminación, que inciten a la injerencia extranjera en los asuntos internos, pidan intervenciones militares, se organicen con financiamiento de potencias extranjeras para ejecutar actos de terrorismo y desestabilización”.

Las pretensiones del dictador Ortega y su estrafalaria mujer es perennizarse en el poder, junto a sus hijos y un grupo de incondicionales. No hay antecedentes en la historia de la sufrida Nicaragua, de tanta corrupción y una represión tan brutal, ni siquiera en los momentos más duros de la lucha en contra de la dinastía de los Somoza.

El presidente de Nicaragua y candidato a la reelección, Daniel Ortega, y su esposa y candidata a la vicepresidencia, Rosario Murillo, saludan a sus seguidores tras votar en Managua, Nicaragua, el domingo 6 de noviembre de 2016. (AP Foto/Esteban Félix)

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