¿Quién es el dictador sirio Bachar al Assad?

Bachar al Asad no era el elegido para heredar de su padre la presidencia siria, pero después de que el deber familiar llamase inesperadamente a su puerta se aferró al poder con uñas y dientes, silenciando a sus adversarios, aplacando revueltas multitudinarias y sobreviviendo a diez años de guerra.

Al Asad, que lleva más de dos décadas consecutivas al frente del país árabe, inicia hoy su cuarto mandato de siete años tras arrasar con el 95,1 % de los votos en las polémicas elecciones presidenciales celebradas el pasado 26 de mayo.

Estas son las principales claves para entender su trayectoria:

Una noticia inesperada

Al Asad (Damasco, 1965) estudió Medicina y se especializó en Oftalmología en la capital siria, donde al acabar sus estudios ejerció como médico militar por un tiempo. El joven, al que no se le atribuían aspiraciones políticas, se marchó luego a Londres para continuar con su formación profesional.

Sin embargo, dos años más tarde, en 1994, una fortuita tragedia familiar cambiaría el curso de su vida para siempre: el accidente de tráfico que acabó con la vida de su hermano Basel, el hijo mayor del entonces presidente sirio, Hafez al Asad.

Bachar fue llamado a Siria por su padre y se embarcó en un lustro de preparación para eventualmente tomar la batuta, al igual que había hecho el primogénito los años previos a su muerte, ganando experiencia en las filas castrenses y peso en la vida pública.

El momento llegó en 2000 cuando Hafez al Asad falleció tras casi tres décadas en el poder, al que había accedido por un golpe de Estado.

La primavera árabe

Enseguida se enmendó la Constitución para que Bachar cumpliese con los requisitos de edad y se celebró un referéndum que respaldó su ascenso a la jefatura de Estado.

Después de 37 años de gobiernos del Partido Baaz, casi todos encabezados por su progenitor, Al Asad fue visto inicialmente como una esperanza para el cambio y un probable instigador de reformas democráticas y aperturistas.

Sin embargo, pronto llegaron las campañas de arrestos de activistas y opositores, y, una década más tarde, la brutal represión de las protestas que estallaron en Siria en contra de su Gobierno en el marco de la Primavera Árabe.

Al Asad, quien ante la presión de las calles accedió a implementar reformas e introducir el pluralismo político en el país, es uno de los pocos dirigentes que continúan en el poder desde las revueltas que estallaron en 2011 y tumbaron a los gobiernos de varios países de Oriente Medio y el Norte de África.

Una década de guerra

El presidente ruso Vladimir Putin, derecha, estrecha la mano del presidente sirio Bashar Assad en el Kremlin en Moscú, Rusia, el martes 20 de octubre de 2015. (Alexei Druzhinin, RIA-Novosti, Kremlin Pool Photo vía AP, Archivo)

El presidente sirio también ha sobrevivido al conflicto armado en el que derivaron aquellas protestas, logrando desde 2016 retomar militarmente la mayor parte del territorio sirio con ayuda de su aliada Rusia y las milicias chiíes iraníes y libanesas que le apoyan.

Una década después de su inicio, la guerra da sus últimos coletazos en el último bastión opositor del país, la provincia noroccidental de Idlib, dominada principalmente por el Organismo de Liberación del Levante, en el que se incluye la exfilial siria de Al Qaeda antiguamente denominada Frente al Nusra.

Las fuerzas leales a Al Asad han intensificado recientemente sus ataques esporádicos en la región, donde Ankara y Moscú pactaron en marzo de 2020 un cese de hostilidades que ha mantenido los frentes prácticamente congelados.

Un país en ruinas

Al Asad inicia hoy su cuarta legislatura con un referéndum y tres victorias electorales en su haber, las dos últimas – en 2014 y 2021 – las primeras en décadas con más de un candidato al amparo de la nueva Constitución promulgada en 2012 a raíz de las revueltas.

Se enfrenta a un creciente descontento popular por la grave crisis económica y la escasez de productos básicos, que ha llevado al 60 % de la población a sufrir inseguridad alimentaria y a más del 80 % de los sirios a vivir por debajo del umbral de la pobreza, según datos de la ONU.

A ello se suman 6,2 millones de desplazados internos, millones más refugiados en otros países y todo un proceso de reconstrucción por delante, que se plantea como casi imposible en medio del aislamiento internacional al Gobierno y la última campaña de sanciones por parte de Estados Unidos. EFE (I)

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