Manejar como bombero

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

En una tertulia un amigo me decía, aquí en Guayaquil manejamos como bomberos, mi intriga no se dejó esperar, le pregunté ¿qué cómo era eso? me contestó: que manejamos tan rápido como que nos atrasamos a apagar un incendio.

El tránsito en nuestra querida ciudad se ha convertido en una suerte de sálvese quien pueda, comencemos por las señales de tránsito, los pares o “ceda el paso” es una mera sugerencia; los semáforos, las luces roja, amarilla y verde, tiene su razón de ser: roja es para que los vehículos se detengan, la amarilla una señal de prevención para que disminuya la velocidad, previo a detenerse y la verde para el libre tránsito; en la realidad, los conductores ven luz amarilla más bien aceleran, el semáforo pasa a roja y los vehículos siguen pasando, al menos unos tres o cuatro, especialmente los buses que normalmente van en franca competencia con sus similares.

Refiriéndolos a los buses, es capítulo aparte, no respetan la velocidad dentro de la ciudad, las paradas de buses son sólo un detalle, pese a estar reservada para que recojan y se bajen los pasajeros, ahora visiblemente señalizadas; los choferes prefieren recoger o dejar a los pasajeros en media calzada, no importa el peligro, jamás respetan los carriles, los buses copan todos, la competencia entre ellos resulta un verdadero deporte.

Los taxis formales e informales no son diferentes, tienen la “libertad” de parar donde quieren, si aparece un posible pasajero tiene el tiempo suficiente para discutir la tarifa, no importa que obstaculicen el tránsito, igual los vehículos particulares, la señal de “prohibido estacionar” es simplemente un adorno, nadie hace caso; es más, en el centro de la urbe, no es raro ver que se hace doble fila en cada costado de la calle, sin importar que el tránsito se obstaculice, hay que tener mucha paciencia y sortear los obstáculos porque si se reclama se corre el riesgo de alguna agresión.

Hablar de los motociclistas es hablar de verdaderos malabaristas del tránsito, para ellos no hay límite de velocidad ni señal de tránsito que respeten, van haciendo meandros entre los vehículos, se juegan la vida y pobre el conductor que se ve abocado a sortear las peligrosas maniobras de los motociclistas, es parte de la aventura citadina.

No podemos dejar de hablar de los peatones, los pasos cebra, sólo están pintados como adorno de la calzada, pasan corriendo donde les sea más fácil el cruce de la calle, no importa si el semáforo está en verde o roja, es lo de menos; igualmente, los pasos peatonales elevados, poca gente los usan, más rápido y emocionante es torear los vehículos.

¿Y los agentes de tránsito? mal preparados, sin personalidad, sin carácter y sin los equipos necesarios para hacer cumplir la ley, muchos prefieren el chateo, con seguridad es más divertido y menos aburrido que poner orden en el tránsito, la abulia les domina.

Por último, en la Autoridad de Tránsito Municipal de Guayaquil, conocida con el acrónimo de ATM, en sus filas hay “generales”, si generales, con insignias de ese grado y bastón de mando; la pregunta: ¿qué autoridad les otorgó ese grado? El grado de general, es otorgado a los oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía, en forma privativa por el Presidente de la República, mediante Decreto Ejecutivo.

La ley sanciona a quienes sin serlo usan títulos (ingeniero, doctor, economista, etc.) o grados militares (coronel, general, etc.).

Es de esperar que los ciudadanos pongamos empeño en respetar normas, leyes y tengamos una convivencia tranquila, segura y en paz.

Alberto Molina Flores

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