Conspiración en marcha

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

No pretendo intervenir en la “guerra santa“ que han emprendido los enemigos de Lasso para demostrar al País lo que les resulta inaceptable, esto es que alguien pueda enriquecerse siguiendo las reglas, pero debo elevar mi voz ante el enfrentamiento que preparan para precautelar sus intereses y afectar los de la mayoría, esa mayoría que votó por un cambio a lo inmóvil de nuestra legislación y lo dramático de nuestro atraso.

Cada día es más clara la conspiración de estos grupos minoritarios que pretenden detener todos los avances posibles para seguir lucrando de la ignorancia y la pasividad de sus “defendidos“.

La suma de los intereses personales y las ambiciones de poder a cargo de los derrotados en las elecciones es una amenaza no sólo para el gobierno actual sino para el futuro del País. Y hay que señalarlo con firmeza.

A ese lado del río están los fugitivos, los prontuariados, los simpatizantes del narcotráfico, los adoradores de la liquidez disfrazada de agua, los destructores de octubre, los pipones de gobiernos anteriores, los beneficiarios de los subsidios, que se han unido para intentar detener el cambio que ansía una mayoría harta de negociados, raterías, engaños y demagogia.

Esa mayoría, que apoyó la llegada del actual gobierno al poder, respalda cambios positivos para encaminar al Ecuador hacia una democracia plena y una modernización indispensable. Esa mayoría conoce de memoria a quienes pretenden, una vez más, desestabilizar el régimen constituido para pescar a río revuelto y preservar sus privilegios. Esa mayoría está harta de una asamblea que legisla de espaldas al País y únicamente busca beneficios de grupo e individuales de forma reiterada e impune.

Basta ya de saquear al fisco para beneficiar a grupos enquistados en él. Basta ya de promover revueltas e incidentes en vez de cumplir con su deber sagrado como ecuatorianos de buscar mejores días para todos. Basta ya de manipular y afectar al fisco para proteger sus espacios de poder.

Es claro para la mayoría que hay que cambiar de actitud y de metas. No podemos seguir en este subdesarrollo mental y económico que nos ha relegado desde hace décadas al ritmo de palabras rimbombantes y resultados desastrosos.

Es el momento de desautorizar a todos quienes anteponen su ambición a los intereses de un País necesitado de soluciones urgentes. Y para ello, hay que amarrarse los pantalones.

No cabe un encuentro con quienes abogan por el desencuentro. No cabe contemplación con quienes conspiran abiertamente contra la institucionalidad democrática. Los caminos existen. Hay que tomar las decisiones que correspondan sin amilanarse y con gallardía.

El País, finalmente el último juez, sabrá juzgar las bondades de esas decisiones. Pero no puede seguir encubriendo y permitiendo que un grupito de conspiradores pretendan crear el caos. Sabemos de sus intenciones y de sus afanes. Basta leer la historia para reconocerlos. Y si no queremos que dicha historia se repita, es hora de marcar la cancha.

LaRepública.

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