Octubre

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Siempre octubre ejerció en mi una fascinación especial. Era en mi niñez un mes mágico, lleno de acontecimientos personales y significativos. Cumplía años mi padre, mi hermana, se iniciaban clases y con ellas el reencuentro con los amigos, empezaban las ventas de “ marrons glaces” en las calles, los días se acortaban y las luces permitían ver las decoraciones en los grandes almacenes como preludio de las fiestas. Recuerdos de Europa y de otra vida, de una familia hoy lejana pero siempre presente. Y por supuesto y sobre todo, era y es el mes de mi cumpleaños, aquel día especial que todos los humanos festejamos con alegría porque nos permite recordar nuestro día especial en unión de los que nos quieren. Es por esto que me resulta especialmente indignante que un agitador de poca monta, cuyas cuentas con la justicia están pendientes, pretenda convertir en un símbolo de odio e ingrata recordación a un mes lleno de señales positivas. Imperdonable resulta la ausencia de sanciones a un embate vandálico de odio y revanchismo, que mantuvo a un País en vilo y a su capital agredida, que obligó a un presidente en funciones a esconderse en otra ciudad para tapar sus carencias y su falta de pantalones, que desnudó tantas falencias en la fuerza pública y abrió el camino para la prepotencia y la agresión como camino para presionar y chantajear a un orden establecido. La justicia, la política y las instituciones siguen en deuda con los ciudadanos por su silencio cómplice, su inacción jurídica en los hechos vergonzosos del 2019 y su temor referencial a sancionar a los verdaderos responsables de esa insurrección. Todos los costos, todos los daños, todos los pequeños y grandes abusos perpetrados al civismo, a la vida diaria, a la libertad de circular, producir y disentir en paz siguen en rojo, sin que nadie asuma responsabilidades ni reciba sanciones. Esa terrible omisión es la que permite hoy que se señale como fecha oprobiosa al día martes 26 de octubre para seguir agrediendo al País y a su capital con marchas injustificadas y absurdas, capitaneadas por minorías golpistas y con claras intenciones destructivas, a vista y paciencia de todos los ciudadanos de bien, mayoría arrinconada ante la ausencia de acciones por parte de los llamados a defenderla. No es función del ciudadano común salir a enfrentar al vandalismo. No es función del ciudadano común meter presos a los agitadores. La policía, el ejército, la justicia y la fiscalía son los llamados a hacerlo. Y queremos verlos en acción. Investido de la autoridad que me otorga el que el 26 es mi cumpleaños, demando de las autoridades que tomen algunas medidas sencillas para evitar malos ratos a todo un País. Que retengan a los cabecillas antes que tengan la posibilidad de incendiar al Ecuador. Que apliquen las sanciones de ley a quienes han declarado en forma paladina que quieren desestabilizar al gobierno. Que contraten a unos comandos mercenarios para traerle a Correa de las orejas para que responda en persona por sus excesos, que retiren los pasaportes a todos los pillos huidos y condenados para que no sigan paseando su impudicia por el mundo y nos conviertan en motivo de burla. Que no tengan miedo a los organismos de derechos humanos, que solo defienden a “ ciertos humanos” pero callan ante los excesos y las agresiones en contra de las fuerzas del orden. Que cese tanta hipocresía y tanto temor ante quienes abiertamente buscan cualquier pretexto para agredir y vandalizar a la propiedad privada, a la propiedad pública y disfrutan de la impunidad porque nadie se atreve a poner un coto a sus abusos. En resumen, que actúen con fuerza y gallardía para recuperar el principio de autoridad tan desgastado y maltratado estos últimos años, que apliquen la ley sin temor ni favor, que distingan entre el diálogo y la capitulación, que devuelvan a la ciudadanía el orgullo y la confianza en sus instituciones. Que el 26 de octubre se convierta en la fecha símbolo de un nuevo comienzo y no en un capítulo más de la vergüenza y temor que nos inspira una turba extremista, abusiva e ignorante cuyas metas empiezan y terminan en el caos. No desconozco por supuesto ninguno de los legítimos reclamos que puedan o no tener y de la justicia que pueda asistirlos. Pero resulta inaceptable el que estemos secuestrados por el temor, la inacción y el chantaje creados por una minoría belicosa que bloquea sistemáticamente cualquier intento de diálogo para buscar soluciones de consenso. Eso denota una clara intención de desestabilizar, y así tiene que ser tratada. Con firmeza y sin titubeos. Ya habrá tiempo de establecer diálogos, pero sin amenazas y bajo un marco institucional. Eso espera la mayoría, y debe ser escuchada.

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