Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador
Conversaba con un oficial de la Policía. Su vocación es capturar delincuentes. En el ejercicio de esa misión personal, le han disparado once veces. Ignora cómo está vivo. Es que los poderes del Estado durante los últimos catorce años han hecho lo requerido para que la delincuencia triunfe: legislación pro-microtráfico y a favor de los criminales; retiro de la base de Manta, impulsado por una serie de organizaciones políticas y sociales que denunciaron violaciones a los Derechos Humanos por parte del personal estadounidense, recogidas por la Asamblea Nacional de la época.
Resultado: perdimos el control del espacio aéreo, crecieron el negocio del narcotráfico y las operaciones guerrilleras. A eso se suma que intencionalmente no se han preparado suficientes miembros de la Policía Nacional para abastecer las necesidades de seguridad ciudadana.
Estos actos, junto con la explosión del radar de Montecristi, la falta de presupuesto público para la seguridad y el desarmar a la población civil no son coincidencia. Es un plan diseñado para delinquir. Los motines en las cárceles, los enfrentamientos actuales y las capturas de cargamentos de cientos de millones de dólares son las consecuencias de que las cabezas de estas bandas organizadas ya no se encuentran en las esferas del poder ejecutivo.
Los votantes debemos presionar a la Asamblea Nacional para que apruebe el proyecto de Ley Orgánica de Seguridad Integral y Fortalecimiento de la Fuerza Pública presentado por la Presidencia. Tiene cinco ejes: el uso progresivo de la fuerza; mecanismos de defensa para proteger a los miembros de la fuerza pública; cooperación entre Policía Nacional y Fuerzas Armadas; reformas al Código Orgánico Integral Penal para solucionar vacíos y contradicciones que complican el trabajo de la fuerza pública; y, normas para garantizar la administración y control de los centros carcelarios en el país.
Pronto sabremos de qué lado está la mayoría de los asambleístas. Hasta eso, cabe preguntarse si estamos paseando al perro o es el perro el que nos pasea.
