Rochester, Estados Unidos
La fantasmagórica aparición de Don Naza en los bien custodiados predios del Ministerio de Defensa ha dado pie para que los insignes sabelotodos que pululan en la opinión pública se destapen agrediendo a las Fuerzas Armadas por su inacción, ineficacia y corrupción, según ellos demostradas sin discusión posible.
Estas aseveraciones gratuitas forman parte de las recurrentes generalizaciones a las nos hemos vuelto adictos en los últimos años. En efecto, parece ser que ninguna institución funciona. El poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, las fuerzas armadas, la policía, la Iglesia, la salud, y un interminable etcétera forman parte del desastre nacional y son incluidos con una liviandad alarmante en el costal de un “Estado fallido“.
Simple y eficaz para atraer adeptos. El problema inicia cuando se trata de proponer soluciones. Asumamos que “se van todos“. ¿Quiénes se hacen cargo? ¿Acaso los que todo critican? ¿Aquellos que acusan al poder ejecutivo de lentitud tienen una idea de lo que cuesta volver a encaminar a un poder inundado por la impunidad y la corrupción de los últimos años? ¿Aquellos que vociferan contra la Asamblea tienen claro que fueron elegidos por el pueblo en base a la Constitución vigente y por lo tanto no pueden ser removidos sino bajo determinados mecanismos? ¿ Yque la mediocridad existente en dicho organismo es un claro reflejo de los intereses que los eligieron?
¿Acaso aquellos que hoy acusan a las fuerzas armadas de indolencia y corrupción no son los mismos que ayer los vitorearon cuando defendían las fronteras patrias? ¿Son acaso ellos los que van a sustituirlos cuando se vayan a su casa por “corruptos“ ?
La generalización como modo de vida puede motivar y enardecer los ánimos al inicio, pero no resiste ningún análisis serio. Resulta mucho más eficaz y constructivo exigir mejores estándares en la población para que las instituciones estén ocupadas por gentes preparadas antes que populistas de ocasión, resulta mucho más productivo encontrar espacios elementales de acuerdo para desnudar a quienes los torpedean.
La honradez no tiene bandería ideológica, el orden público requiere de recursos y organización antes que demagogia, la salud y la educación no pueden ser manipulados por organizaciones políticas sino por instituciones técnicas. Y el bien de la mayoría, antes que el tan cacareado “bien común“ , es una meta que debe ser perseguida y lograda a través de cuentas claras y transparentes en todos los órdenes.
Los excedentes deben administrarse con prudencia para apoyar a los desposeídos, no para obras suntuarias que bien pueden ser delegadas a la iniciativa privada. La fiscalización no debe ser un botín político sino una entidad independiente e incorruptible, que infunda miedo y respeto. Y para ello, los partidos políticos tienen que evolucionar y profesionalizar a sus miembros para que no defiendan ni obedezcan a grupos de presión socio-económicos.
Esos son los cambios de fondo que el Ecuador requiere. Se basan en la rendición de cuentas permanente y la exigencia a sus mandatarios para que cumplan con las necesidades de sus elegidos y no las de su grupo de poder.
Y presuponen un entendimiento cultural de los cambios necesarios y el esfuerzo que requiere implementarlos. Nada más alejado de los gritos y los escándalos a los que nos han acostumbrado por años. Nada que ver con el populismo ni las soluciones superficiales contenidas en el “que se vayan todos“.
Empezar por una depuración en todos los estamentos del Estado es por supuesto una prioridad, pero con respeto y argumentos antes que con las demagogias de corto plazo. Toda institución es humana, sujeta a fallos y errores. Y debe ser mejorada. Pero a través de técnicas profesionales antes que generalizaciones torpes.
A través de pruebas fundamentadas antes que denuncias de efecto. Los ladrones saben que están cometiendo un delito. Únicamente los liborios dejan huellas. Los jefes se esconden a cambio de darles impunidad a los peones. La cuerda siempre se rompe por el lado más delgado. Así que rastrearlos es difícil y largo.
Los dineros están en paraísos fiscales. Por eso es tan importante la colaboración de países libres y comprometidos en la lucha contra la corrupción. ¿Conocen ustedes de algún régimen totalitario que cultive la transparencia como meta de gobierno? Leemos a diario como no aceptan la evidencia
…Así que es necesario dejar de vociferar sin proponer soluciones, atacar sin medir las consecuencias, generalizar sin entender la terrible injusticia que cometemos a diario contra una mayoría decente y bien intencionada agobiada por las picardías de una minoría enquistada en las dirigencias gracias a la ingenuidad de las bases.
O de la pillería de los menos que ensucia a los más. Y quizás allí, cuando digamos que una institución no sirve para nada, sepamos también distinguir para qué sirven los que la critican.