El precio del olvido

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

¿Qué sucedió con el juez de Manglaralto que en un acto de evidente corrupción concedió un habeas corpus a un delincuente sentenciado por la Corte Nacional de Justicia por peculado, que fingió que estaba loco, que veía sangre en las paredes y que escuchaba voces por las noches, tan loco que hasta llegó a decir que era inocente?

¿Alguien ha investigado cómo se forjó esta burda patraña en la que se coludieron una serie de fichas, desde abogados mentirosos hasta carceleros de dudosa integridad?

¿Es suficiente la sentencia de la Corte Provincial de Santa Elena para que nos olvidemos de todo lo que sucedió? ¿Va el juez de Manglaralto a conservar su cargo y nosotros le seguiremos pagando un sueldo con nuestro dinero? ¿Qué normas legales o reglamentarias impiden que este sujeto pierda su cargo? ¿Por qué en otros países un individuo como este no solo que habría perdido su cargo sino que hasta habría perdido su matrícula de abogado de por vida, mientras que al parecer eso es imposible en el Ecuador?

¿Se va a sancionar al abogado que presentó el petitorio de habeas corpus en el cual se miente descaradamente?

Nuevamente, ¿por qué en otras naciones un abogado que incurra en semejante acto se lo suspende por años de su profesión o inclusive podría de ser anulada su licencia profesional, y lo mismo no pasa entre nosotros?

Y este es uno de los muchos, de los cientos de capítulos que está compuesta esa novela de terror que es nuestra justicia. Y a pesar de ser uno de los episodios más grotescos de nuestra reciente historia, un episodio que dejó en evidencia el poder de las mafias políticas y los tentáculos de la corrupción, a pesar de eso, todo indica que pronto todo ello será olvidado por la sociedad ecuatoriana. Quedará obviamente como un referente de conversación, de análisis, de comentarios y hasta quizás sea por allí citado por algún analista en un sesudo libro como una muestra más de la corrupción que nos agobia.

Pero de allí no pasará. A este evento probablemente le sucederá otro más grotesco que nos cautivará la atención y así sucesivamente. El precio que pagan los pueblos por olvidar es muy alto. Una democracia no se construye sobre la impunidad. Una y otra vez la historia confirma que las promesas de un futuro no se alcanzan con los pies enterrados en el lodo.

Muchos lo han intentado, todos han fracasado. Urge por ello que la ciudadanía no descanse en demandar de los poderes públicos, de sus líderes, de sus élites, pero sobre todo de sí misma, un compromiso serio para enfrentar los graves problemas que nos acechan.

Nuestro país está en un punto de quiebre. Y entre esos problemas el de la justicia es probablemente el más grave que tenemos. Fácil es generalizar, fácil es proponer simples parches, fácil es quejarse, y más fácil aún es simplemente olvidarse de lo que ha sucedido. Un sistema judicial ni se cambia de la noche a la mañana, ni es tan sencillo reformarlo como si se tratase de construir un puente o una carretera.

Jorge Glas llega a la cárcel cuatro, el 21 de mayo de 2022. API

Más relacionadas