El otoño del patriarca

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Considero al periodismo como un género literario al mismo nivel que la novela, la poesía, el cuento y el teatro. Y es importante porque es un género literario con los pies puestos sobre la tierra. La literatura permite evadirse, pero con la formación periodística un cable lo retiene a uno en el suelo»

Gabriel García Márquez

La dictadura franquista terminó en 1975. Con ello se pensó que el ocaso de los tiránicos llegaría a su fin. Para consolidar esta tesis en 1989 cayó el Muro de Berlín. Más, en 1953 se consolidó, tras la Revolución cubana, la dictadura castrista que se vive hasta hoy.

Este germen, años más tarde, contagió a Nicaragua, Venezuela, Argentina, México y Honduras. Ecuador vivió su pequeño episodio con la llamada Revolución Ciudadana del correísmo, pero se la superó. Más, el dictador, el patriarca, las caricaturas del general Zacarías de El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez volvió desde la derecha socialcristiana y las izquierdas correístas y de la Conaie de Leonidas Iza.

El resentimiento social es la base de todo. Jaime Nebot, Rafael Correa y Leonidas Iza comparten algo en común: que ya no gozan de un prestigio popular como ellos desearían tener. Al primero, nunca se le permitió llegar a la presidencia (por lo que quiere inventar la suya propia); al segundo, su principio de imperio se le cayó por su mejor amigo —sumado ya a una gran desaprobación popular— y el tercero quiere poder por medio del uso de la fuerza bruta y mostrarse como «el rudo» así sea que el vandalismo y la ilegalidad sea su bandera y accionar.

Estos tres patriarcas (difíciles de identificar por su fusión casi imposible de separar) se volvieron uno solo. «El régimen no estaba sostenido por la esperanza, ni por el conformismo, ni siquiera por el terror, sino por la desilusión antigua e irreparable», reza la novela de García Márquez.

Así, este nuevo patriarca, cuyo primer eje quiere recobrar un poder perdido desde León Febres-Cordero, el segundo que quiere volver con más ferocidad y el tercero que utiliza el miedo y la ignorancia como elementos de conquista, no ven que les ha llegado su otoño, su ocaso. La corrupción los ha carcomido y los ha dejado sin piso (ahora quizá hasta sin techo).

Las próximas elecciones seccionales verá, este patriarca, cuanta aceptación tiene. Ahora maneja un Parlamento con el 3% de aprobación —según Pabel Muñoz que prefirió salir de asambleísta para correr por la alcaldía de Quito. Entonces, la única trinchera de este ente tiránico es una devastada legislación en la que no cree nadie. Lo que incluso podría traducirse en algo más que un otoño… es una larga noche que podría significar un total eclipse para esta mezclada y «dispar» corriente autoritaria.

Las reformas a la Ley de Comunicación fue un tiro al aire para ver si este patriarca tripartito puede aferrarse (así una de sus líneas no haya votado por éstas, pero confirman su apoyo no con votos pero sí con acciones, tal y como lo confirmó la alcalde de Guayaquil, Cynthia Viteri al despotricar en tarima contra un medio de comunicación, Diario Expreso, y atacando al Presidente de la República al puro estilo de las sabatinas) a un poder que está en tela de duda.

«Cuando lo dejaron solo otra vez con su patria y su poder no volvió a empozarse la sangre con la conduerma de la ley escrita, sino que gobernaba de viva voz y de cuerpo presente a todas horas y en todas partes», dice otro pasaje de la obra El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez.

Los ojos de todo patriarca se cerrarán, ya sea por ideología, por cultura o por cambios sociales. El patriarca Franco, cayó; el patriarca Mussolini, cayó; el patriarca Hitler, cayó. ¿Por qué no ha de hacerlo el patriarca Correa, el patriarca Nebot y el patriarca Iza?

El Ecuador, hoy parece, en sí mismo, estar viviendo una trama de novela donde unos caen y otros buscan florecer. Los sapos quieren comerse las luciérnagas, los sapos se devoran entre ellos. Lo cierto es que este patriarca tiene miedo a la muerte… a su propia muerte. 

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