Javier Vásconez y el Premio Eugenio Espejo

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Sin la escritura de Vásconez, la literatura latinoamericana sería un poco más vacía y bastante menos sublime»

Ignacio Sánchez Prado, Universidad de Saint Louis

Es imposible imaginarse a Londres sin Charles Dickens, a París sin Víctor Hugo, a San Petersburgo sin Fiodor Dostoievski, de esa misma manera es imposible imaginarse a Quito sin Javier Vásconez.

El doctor Kronz, es una suerte de mezcla entre el doctor Riex de La peste de Albert Camus y de Josef K, el protagonista de El proceso de Franz Kafka. Vásconez, en sí mismo arrastra un ojo agudo de un existencialismo, de un Quito lluvioso como lo describe en El viajero de Praga —cuyo protagonista es precisamente el doctor Kronz—. La «K» de Kafka, la «K» que Praga jamás olvidará. Así miso es el doctor Kronz.

Kronz, Joseph Kronz, es además una suerte de personaje mítico en la obra de Javier Vásconez, pues es casi como el Hércules Poirot de Agatha Christie o el James Bond de Ian Fleming. Kronz rebasó las fronteras ecuatorianas —tanto literarias como geográficas— que se inmortalizó aún más en La sombra del apostador.

Vásconez es un hábil narrador que logra mezclar, también, la novela negra y la de espionaje. Por ejemplo, Hoteles del silencio tiene ese poder clásico del noir, donde los niños son víctimas de secuestros y asesinatos. Hoteles del silencio¸ es un libro que, por su trama, fácilmente se funde en el estante con El hombre de tiza de C.J. Tudor o El muñeco de nieve de Jo Nesbø.

En Hoteles del silencio se puede leer:

 «Cuando la policía descubrió el cadáver del niño envuelto en periódicos, comprobó que le había arrancado los ojos y en su lugar tenía dos tapas de Coca-Cola» (Vásconez, Hoteles del silencio, 2016, p. 152).

Es una violencia que puede verse en escritores tan potentes como Haruki Murakami o tan oscuros como Patricia Highsmith o Robert Bloch. Hoteles del silencio, es una novela, que (muy seguramente) le hubiese sido muy fácil adaptar a Alfred Hitchcock.

Hoteles del silencio coloca a Jorge Villamar como un nostálgico. Tiene un ojo puesto en Quito que se confronta con el otro que está colocado en Madrid. Hoteles del silencio es una novela escrita desde el horror, casi como si leyéramos un libro de Stephen King.

Más, La piel del miedo, es una novela de aprendizaje, algo que ya se vería en El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, Kim de Rudyard Kipling, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad o El Gran Gatsby y A este lado del paraíso de Francis Scott Fitzgerald.

Novelas donde cuenta el viaje del héroe, también como El viejo y el mar o Las uvas de la ira, toman fuerza en la narrativa de Vásconez donde, así mismo, el narrador ecuatoriano nos enseña que el escenario es siempre otro personaje esencial en la creación de historias.

Hemingway narra a Pamplona de una manera tan vívida como Vásconez a Madrid. Pero, Vásconez, como buen viajero logra hilar muy directamente, tan bello como una crónica, a Europa y Ecuador de manera equilibrada. Hemingway era capaz de colocar a un estadounidense en Cuba o en España y Vásconez coloca o bien a un europeo en Ecuador o bien a un ecuatoriano en Europa.

La sombra del apostador es un claro ejemplo de aquello. En esa novela, más bien danza Onetti y Kafka al mismo tiempo. Vásconez es capaz de lograr un universo literario tan completo, que el lector asume a Quito (su Quito) como real.

Muchos viajan para constatar las diferencias y similitudes del Quito literario de Vásconez con el real, ese de iglesias y campanarios despampanantes. Kronz y Villamar (Jorge y Javier) implican héroes que se intercambian pero que retratan la vida cotidiana de Quito, encarnan esa nostalgia propia del autor… De sus idas a Europa y su corazón quedado en la capital ecuatoriana.

Vásconez es un escritor que, como Leonardo Valencia, escribe desde el exilio, desde el más allá que se mezcla con el acá. Josef Kronz, entre sus múltiples avatares, sufre un antentado donde quieren dispararle para terminar con su vida. Nada más poético que ese fin para un héroe glorioso de narrativa vasconiana que, así como Poirot, puede terminar al caer el telón.

Vásconez es una conexión con varios autores que, incluso, convergen en su extensa biblioteca personal. El Premio Eugenio Espejo dado por la Presidencia de la República, es en sí, un homenaje a un escritor inmortal que estará presente en nuestra historia como Alfredo Pareja Diezcanseco, Benjamín Carrión, Fernando Tinajero, Raúl Pérez Torres, Francisco Proaño Arandi, Julio Pazos Barrera, entre otros. Así, el narrador de fronteras, de Quito, de Praga, de Madrid, admirado por ilustres personajes como Sergio Ramírez, Juan Villoro, Xavi Ayén, estará impreso por siempre en sus historias, en sus vívidos personajes, en su éxito literario y editorial.

Los lectores de Javier Vásconez le estamos inmensamente agradecidos por sus novelas y cuentos incomparables.  

Javier Vásconez, escritor quiteño. Foto de su cortesía. Archivo: La República

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