Santiago Olmedo: el policía que debió ser condecorado, mas fue enjuiciado

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

El periodismo es un ejercicio que permite entender la realidad, sea esta buena o mala, aunque yo añadiría un tercer caso: sea además ridícula. En muchos talleres narrativos o de creación literaria, nos dicen los instructores, casi como cliché: “la realidad supera la ficción”. Y hoy, la absurda sentencia al policía Santiago Olmedo confirma aquello.

Tanto se habla de la “desigualdad social”, una frase inmensamente desgastada y carente de sentido que si abriera un diccionario —paralelo al avalado por la Real Academia Española— sería tan lleno de lemas banales que superaría, en extensión de páginas, con creces al Diccionario de la Lengua Española (DLE) y éste sería algo así como el “Diccionario de la Lengua Progresista” (DLP).

Si se quiere hablar de una verdadera desigualdad social y una injusticia, no desde un sentido efímero, sino desde algo real, se ve en donde la correcta actuación de un agente de la ley, que en la obligación de ejercer su trabajo y de cumplir el lema institucional, evitó el robo a un adolescente en San Miguel de Tapi, en Riobamba a manos de dos delincuentes armados, es motivo suficiente para que sea criminalizado.

El agente, vestido de civil, estratégicamente logró maniobrar y evitar el atraco. Luego, cuando los antisociales creyeron que era una persona “cualquiera”, ambos le apuntan con sus armas, esta vez contra Olmedo. El policía, evitando que su vida esté en riesgo hace lo propio y los delincuentes huyen en motocicleta. Testigos informaron que del lado irregular disparan contra Santiago Olmedo (pruebas utilizadas en el juicio) y éste, viendo su vida, nuevamente, en riesgo, contesta. Fallecen ambos criminales. Esto también grabó una cámara de seguridad.

Aquí viene la parte novelesca. En una situación normal y coherente, el policía sería noticia por tener una medalla en su cuello, debido a su acto heroico, mas la situación toma otro giro: ¡la justicia decide condenarlo! Sí, esa misma justicia que regala habeas corpus a exfuncionarios que cometieron actos corruptos como el ciudadano Jorge Glas y Daniel Salcedo, a terroristas como Leonidas Iza que, tras destruir Quito en dos ocasiones junto a sus lacayos, le dejan hasta viajar fuera del país, mientras a un policía nacional lo enjuician por hacer su trabajo. ¿Cuándo nos volvimos tan locos?, me pregunto.

Luego, abanderados del “progresismo” de izquierda y del feminismo, salen los “iluminados” invocando los Derechos (Izquierdos) Humanos y diciendo algo aún más ficcional: «¡El policía violó “Derechos Humanos” al matar a los delincuentes»! Es el mismo grupo que critica la “inacción” del Gobierno ante los fuertes golpes de la violencia (dicho sea de paso, gracias a la incautación de droga comandada por las honorables Fuerzas Armadas y la Policía Nacional) y hoy se vuelven cómplices de la inseguridad, el crimen organizado y la fechoría. Y con esa nula calidad moral, exigen cambios al Gobierno, sin dar, tampoco, soluciones a la problemática, obviamente.

La buena noticia, la sociedad civil, en redes sociales se volcó a defender a Santiago Olmedo y el Presidente la República, Guillermo Lasso, en calidad de hombre defensor de la institucional y de las causas justas, indicó que indultará al policía Santiago Olmedo.

Quizá, con esta serie de bochornosos episodios, Macondo, de Gabriel García Márquez, o el mítico condado de Yoknapatawpha, creado por el también Premio Nobel, William Faulkner, en donde, además no hay Dios ni Ley, quedan cortos ante la actuación de la “justicia” ecuatoriana.

Por eso, nosotros, los ciudadanos debemos condenar las actuaciones de otros quienes por pertenecer a un “activismo” en realidad tuercen la moralidad, las leyes y manejan ya no sólo discursos sino acciones condenables y repudiables —quienes además ponen en riesgo la seguridad nacional—. Es derecho, y obligación, enteramente nuestro, de los habitantes de bien y honestos, defender a los agentes de la ley porque estamos conscientes de la verdadera razón del núcleo de la inseguridad que, en este caso, es el golpe diario a grupos irregulares mientras otros abren la boca para decir cualquier cosa y se cruzan de brazos.

Entonces, si queremos seguridad y justicia, hay que quitarse ese estorboso pañuelo verde del cuello, que muchos tienen en los ojos y ponérselos mejor en la boca, y ver la realidad, estar del lado correcto y proyectar un respaldo y respeto a la Policía Nacional. El insulto y los descalificativos a este grupo de honorables y mujeres dejémosles a los activistas y falsos “bienhechores”. ¡Santiago Olmedo es inocente y debe ser condecorado por su labor patriótica, civil, moral y ética! La policía Nacional está orgullosa de tener una persona así de honesta y también el país entero. ¡Ánimos y éxitos, patriota!  

El policía Santiago Olmedo. Foto compartida por La Hora.

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