‘House of the Dragon’ y el arte de gobernar

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Lo épico, por definición clásica, es aquello que nace de la epopeya o a la poesía heroica que fundamentó, sobre todo, la creación de La Ilíada y La Odisea de Homero. A la épica le suelen asociar con la fantasía porque mucha de ésta recoge mitos y leyendas clásicas griegas, orientales y del Medioevo. A esto, los textos religiosos son los que mayormente se extienden hacia lo épico, el viaje del héroe y su misión (elemento que también está presente en el cómic).

Sin embargo, en House of Dragon, la serie de HBO que extiende, a manera de precuela, el universo de Juego de Tronos que está basada en la novela épica de George R.R. Martin, narrada a manera de crónica, titulada Fuego y Sangre que se desarrolla trescientos años antes de Canción de Hielo y Fuego. Uno de los elementos que demuestra, por sobre todas las cosas, es el arte de gobernar.

El acto de dirigir una nación o un reino implicó, desde siempre, uno de los mayores retos en toda la historia de la humanidad. Si bien, las democracias sucedieron a regímenes monárquicos e imperiales —incluso estos se han mezclado— aquello no implica que el reto sea menor.

House of the Dragon empieza narrando la dinastía de Viserys I Targaryen, que heredó el Trono de Hierro y éste deberá tomar varias decisiones que permita a la dinastía Targaryen permanecer en el poder. Uno de los primeros conflictos morales que debe afrontar Aegon es tener relaciones sexuales con una niña de 12 años, Laena Velaryon, de la casa amiga, Velaryon, una de las de mayor antigüedad de Valyria. Para esto, Aegon ya se ganó su primer enemigo: Daemon Targaryen al elegir a su hija como sucesora tras la muerte de su hijo y no a Daemon.

Daemon es comandante de la guarda de la armada de Desembarco del Rey (lugar donde reposa el Trono de Hierro) y pone a sus subordinados —luego de purgar la ciudad de asesinos y violadores— contra su hermano. Éste es dueño del dragón Caraxes que no dudará también en ponerlo en jaque al rey.

Aegon, aparte, está enfermo y no puede sostener el reino. Las constantes fricciones morales del rey, realmente chocan con ideas inteligentes que puede hacer para mantener su linaje frente al Trono de Hierro.

La realidad, entonces, trasciende la ficción. Una de las palabras más comunes que escuchamos desde la propia gente es: «existe crisis política en el país». ¿Acaso alguna vez no la hubo? Gobernar no necesariamente se traduce en números de índices de popularidad, muchas veces hacer lo correcto y legal, como lo demuestra Aegon, implica sacrificar la «popularidad» pero que no necesariamente son cosas incorrectas, pues con el tiempo podrían recién verse frutos de esas decisiones, muchas de las cuales, dicho sea de paso, son a largo plazo.

En ese sentido, Ecuador atraviesa un montón de problemas heredados de «dinastías pasadas», que aumentando el mal quehacer periodístico de algunos, el poder político de oposición al Gobierno que a la vez quiere hacer lo que le viene en gana, armando alianzas cuestionables (reprochables) en el Legislativo entre correrístas y socialcristianos que desean el controlar lo judicial para sus maquiavélicos propósitos (como Daemon  y Craghas Drahar (El benefactor de los cangrejos, un ser ya muerto y en constante putrefacción, así como el correísmo, que se alimenta de la carroña de los cuerpos de las Escaleras de Piedra) agudiza esta crisis que al final afecta al ciudadano.

El Presidente, Guillermo Lasso, heredó un cambio de «dinastía». Debe reorganizar las cosas y, de ser necesario, renovar sus aliados sumando a los actuales entendiendo bien a sus enemigos. Su «Consejo Privado» debe ser como lo ha manejado, un número reducido de personas que le permitan gobernar sin que hagan ruido y de su suma confianza, pero que si bien, no necesariamente implica que éste se abra, sí puede oír a voces de su misma línea que actualmente estén buscando aliarse desde otros espacios de elección popular. De éste Consejo, debe salir su «Mano del Rey» (claramente Diego Ordóñez) quien asume la mayor responsabilidad de todas y es la de guiar al gobernante y decir las cosas crudamente, sean éstas buenas o malas.

Guillermo Lasso ha hecho lo propio, pareciéndose a un virtuoso personaje de House of The Dragon. Una de las cosas que se toma en cuenta durante la trama es la de hacer que los aliados se apoyen al tiempo de sumar nuevos (muchos que incluso quedaron rezagados por los propios Targaryen) pero que luego anexaron fuerzas en momentos cruciales y superaron las múltiples dificultades presentadas.

La política es el arte de sumar, eso es incuestionable, pero de allí radica la sabiduría para oír, corregir, y proseguir con mayor talante.

Una consulta popular, muy necesaria, se avecina. Una verdadera batalla al estilo de la guerra por los Peldaños de Piedra, mas no se utiliza el acerco como arma sino las ideas. Sin embargo, en Ecuador, nos enfrentaremos a un episodio decisivo por salir del pozo dejado por los anteriores gobernantes y ver el futuro, ante unas leyes que nos aprisionan, nos someten y un Estado obeso que nos consume, lleno de otros «dos poderes» que entorpecen la gestión pública en lugar de mejorarla, que desordenan aún más a los tres que siempre fueron los principales: Legislativo, Judicial y Ejecutivo.   

Parte entonces, de gobernar, también recae en los ciudadanos y no sólo en las autoridades, administraciones van y vienen, pero nos quedamos nosotros, los que deseamos ver un país triunfar en el futuro. Nosotros, al final, somos los autores de nuestra propia canción que será coreada por las próximas generaciones.

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