«No te preocupes, cariño»

María Rosa Jurado

Guayaquil, Ecuador

Estoy consciente del revuelo mediático que se ha armado por la supuesta enemistad entre la directora de la película «No te preocupes, cariño», Olivia Wilde, y la actriz principal de ese filme, Florence Pugh (a mi juicio, una maravillosa actriz), y sobre el hecho de que se sentaran separadas en extremos opuestos en la presentación de la película en el Festival de Venecia, pero no permitamos que esto nos distraiga de esa magnífica película: una distopía de una sociedad controlada, que vive una falsedad en pleno siglo XXI.

En  “No te preocupes, cariño”, vemos la relación entre una pareja de jóvenes que viven juntos en un lugar paradisíaco, que es como un magnífico oasis en medio del desierto, donde todo parece fluir a pedir de boca y se vive una felicidad idílica.

Y sin embargo es una película de terror, que trajo a mi memoria a los amigables vecinos de esa pareja feliz que vivía en un edificio en Manhattan, esos adorables vecinos que lucían tan inofensivos en «El bebé de Rosemary», el clásico de terror de Roman Polanski, en la ya lejana década de los sesenta.

La trama tiene lugar en los años 50, cuando la norma social era que las mujeres se quedaban en la casa y los hombres salían a trabajar. Ellos trabajan en un proyecto llamado “Victoria”, del que no se sabía nada, y solo les repiten hasta la saciedad, cada vez que encendían la televisión o la radio, lo afortunados que eran de vivir ahí.

La pareja se ama mucho. Pero ocurren cosas extrañas: algunas amigas empiezan a tener problemas; ella tiene visiones repentinas que la desconciertan y trata de encontrar respuestas. De alguna manera su intuición le advierte de un peligro oculto que no puede vislumbrar.

Ella comparte sus preocupaciones con su marido que la mima y la atiende como a una reina y que es muy cariñoso con ella y que le asegura que no hay de qué preocuparse. Cierto o no que hubieran habido problemas entre la directora y la actriz principal, la verdad es que que la actuación de Florence Pugh y la de Harry Style (en el papel de su marido), así como la dirección, son excelentes.

La tensión va subiendo y creciendo hasta que casi no puedes respirar. Cuando terminó la película, yo estaba a punto de gritar y al encenderse la luz de la sala, nos dimos cuenta mi esposo y yo que en algún momento, nos habíamos agarrado las manos del terror.

Como en el Bebé de Rosemary, la protagonista va descubriendo que nada es como parece y que la única esperanza es la huída.

No se la pierdan. La moraleja que nos deja es que no tenemos que andar de inocentes por la vida,  que si algo es  demasiado bueno para ser verdad, probablemente no lo sea. Hay muchos lobos y lobas con piel de oveja andando por ahí.

Florence Pugh y Harry Styles en el cartel del filme «Dont worry, darling», de Olivia Wilde.

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