Roma (Italia).- A Russell Crowe le da absolutamente igual ser uno de los actores más famosos del mundo y, ya con la barba cana, ve el éxito como un valor si no íntimo, al menos muy personal: «No me importa si me alaban, solo quiero que lo que haga tenga algún tipo de significado para mí», asegura en una entrevista con Efe en Roma, en el estreno de su segunda película como director
Pero es el tipo de cosa que dice alguien que ha vivido cierto nivel de éxito», alega el neozelandés, dejando escapar una carcajada. Crowe resta importancia a la gloria pese a que acaba de saborearla en Roma, la ciudad imperial a la que siempre estará vinculado desde que saltara a la fama con «Gladiator» (2000) y que, de hecho, acaba de nombrarle «embajador» honorífico.
«Poker face».
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«No lo construí yo, sino que llegó a mí como un proyecto en apuros que requería de alguien que tomara el control. Y como un loco dije sí. Siento amor y fe en el cine como la forma de arte más fluida por lo que no me importó el tiempo o los recursos limitados».