Quito, Ecuador
No hablamos de los volcanes, que están allí desde antes del tiempo. Que seguirán con sus bramidos cuando nos hayamos ido. El mapa socioeconómico y político del país tiene otras alertas cuyas alarmas se dispararon.
Hoy por hoy, la principal angustia de las personas en el país, de acuerdo a varias encuestas, se cifra en la inseguridad. No es solamente cuestión de percepción. Los propios datos oficiales enlistan el número de homicidios y su crecimiento.
El 82% de esas muertes violentas tienen que ver con acciones delictivas vinculadas al crimen organizado y al narcotráfico internacional y sus poderosos tentáculos locales.
Las bandas criminales siembran miedo. Varios indicios apuntan a los cabecillas dando órdenes, disponiendo mover embarques de droga, activando secuestros y asaltos, desde las mismas cárceles. Las guerras entre bandas solo ilustran el poder armado que ostentan y usan a placer.
Por eso es que parece una burla hablar de Centros de Rehabilitación Social, aunque ese sea su nombre oficial. En esos mismos espacios los celulares, teléfonos satelitales y hasta drones sirven de armas y comunicaciones sofisticadas a los capos y sus séquitos. Muchos han muerto en las carnicerías, del mismo modo han caído inocentes y detenidos sin fórmula de juicio. Varias viudas muestran las boletas de excarcelación de algunos presos que pronto las cambiaron por los partes de defunción.
Por esa razón es que la primera pregunta de la consulta popular que planteó el Ejecutivo gozaba de popularidad. Aspectos legales dejaron fuera de juego el complemento requerido de trabajo conjunto de las Fuerzas Armadas y la Policía. Algo habrá que hacer.
El caso de Esmeraldas, más allá de algún dato exagerado del jefe policial en la entrevista con FM Mundo, y que fue relevado como primera autoridad de la Policía en la jurisdicción, solamente expresa la angustia de los habitantes de la provincia verde y su capital. Algo más hay que hacer, no solamente esperar tensos, angustiados o ‘esperar sentados’, como se dice en el argot popular, a la próxima balacera y contar los cuerpos caídos. El Estado debe estar al frente del control y garantizar a la gente de bien la libre circulación y el trabajo que tanta falta hace. Hay un dispositivo uniformado especial desde hace varios días en la zona, pero hace falta más despliegue y generar confianza en los habitantes.
Al norte, y eso no es nuevo, la permeable frontera ecuatoriana con Tumaco sigue siendo clave en la ruta de la droga. Las cocinas de grupos irregulares armados nutren al mercado internacional de Estados Unidos y Europa de una cantidad incalculable de droga bien empaquetada. Esa es la droga que atraviesa Esmeraldas, que se embarca en lanchas en distintas playas manabitas, que embadurna los contenedores.
Mientras el negocio ilícito sea gigante y millonario esto no para.
La tesis de Gustavo Petro pone otras perspectivas sobre el tema, muy debatibles y cuestionadas, pero esa nueva realidad afectará más al Ecuador. Esto parece indetenible.
Vamos a esperar que la repuesta oficial que tarda demasiado se concrete en acciones efectivas y operaciones que otorguen a la gente seguridad, más allá de discursos y promesas. Cabe ser conscientes de las dificultades de un asunto tan delicado. El reto es enorme en esa línea.
Otra alerta naranja se sitúa en el ámbito económico. Más allá de la celebración oficial del incremento de plazas de trabajo todavía falta mucho para remontar el golpe colosal que provocó la covid y la pandemia del desempleo.
La economía despega con desesperante lentitud frente a las expectativas generadas. Muchos críticos del régimen cuestionan la capacidad de gestión. Un grupo encapsulado en el alto poder sostiene otra visión que la mayoría no comparte.
Los datos dicen que el riesgo país sigue altísimo y la confianza para invertir no se asienta todavía en bases sólidas.
Los fundamentos que consolidó el ex ministro Simón Cueva, al frente de la cartera de economía parecían vigorosos desde la visión de austeridad. Las propuestas de inversión social de Pablo Arosemena tienen sus lógicas en las demandas de la gente, pero se deben cuidar los números con pulcritud. De momento parece positivo que se siga en tratativas con el Fondo Monetario Internacional para lograr una buena atmósfera y dotarle al Gobierno de credibilidad. Aunque los críticos sean muchos, siempre son mejores los empréstitos con tasas asequibles y plazos aceptables con los multilaterales que los altos precios que pagamos y el compromiso de la producción petrolera pignorada. Pero sembrar confianza toma tiempo y hay que emprender en reformas sólidas. Encontrar los consensos no es tarea fácil.
Y queda por ahora para explorar la alerta naranja de la política. Un Gobierno débil con un bloque ínfimo en la Asamblea de 12 legisladores de los 137, luce cada vez menos activo y a la defensiva.
La arremetida de comparecencias de los ministros a las comisiones, en algún caso, de forma justificada, se expresa como una estrategia de bloqueo ante la cual el Gobierno no parece tener estratagema.
La consulta popular propone algunas salidas, pero la mayoría, si llegan a consultarse y aprobarse, será para esquemas futuros. Por ahora ni los principales actores políticos de Carondelet se muestran muy convencidos y la ciudadanía no se apropia como suya de algunos temas que podría impulsar. Las amenazas de consecutivos juicios políticos y la ansiedad por la penetración en los organismos de control exhiben una situación de parálisis que retrasa la velocidad del cambio indispensable.
Mientras, los prófugos aguardan al acecho, sus cuadros en prisión seguirán buscando medidas sustitutivas del mismo modo que los cabecillas criminales y acudiendo, unos y otros, a los Habeas Corpus que se modelaron. El futuro político del país luce muy incierto.
Cunden las alertas naranjas. De paros y subsidios ya hablaremos…