Los Saquicelas

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

“Fiestas de Quito 2022. Por un Quito digno”, se lee en la pantalla luminosa colocada al fondo de la tarima que, para las presentaciones musicales, han dispuesto en el extremo sur de la Plaza de San Francisco. “Le vendo un banco, le vendo un banco”, “Chupetes a diez centavos”, se escucha en medio del público.

Entre la vendedora de chupetes y el hombre que alquila bancos ajustarán en un mes no más de cuatrocientos dólares, mientras que los primos Saquicelas -el burdo y el pomposo- deben de ganar unos diez mil dólares mensuales, o sea, ciento veinte mil al año.

Ciento veinte mil dólares al año es lo que los ecuatorianos pagamos a los Saquicelas por producir ilegalidad, vergüenza, basura. La función pública, en Ecuador, es la actividad que más desperdicios genera y la que más dinero público malgasta.

Tener una política digna es, por todos los Saquicelas que intervienen en ella, una aspiración utópica para los ecuatorianos. Además, no pocos quiteños, según revelan las encuestas, estarían dispuestos a favorecer a Jorge Yunda -uno de los políticos más inmorales del país- con su voto en las próximas elecciones para alcalde.

Johann Gotlieb Fichte, el filósofo idealista alemán, sostenía que la búsqueda constante del perfeccionamiento es el destino del hombre. Él existe “para hacerse mejor en un sentido ético, para hacer todo lo que le rodea mejor sensiblemente y, en cuanto lo consideramos en la sociedad, también moralmente”. Para cumplir con este destino debe contar con el auxilio de la cultura; pues la sensibilidad -y el ser humano es una criatura sensible y racional- debe ser cultivada.

Los primos Saquicelas, nos preguntamos, ¿están cumpliendo con su destino de seres humanos y funcionarios? De ninguna manera, constantemente están conspirando, con otros políticos de su calaña, contra la razón, la moral y las leyes.

¿No es irse contra la razón y la moral intentar posesionar como miembros del CPCCS a muertos y a prófugos? ¿No es un atentado contra la inteligencia decir vaciedades como esta perla del pomposo: “quiero relevar con incisiva persistencia”?

El paso de los primos por la Asamblea Nacional y la Corte Nacional de Justicia no ha contribuido a hacer mejor la sociedad ecuatoriana: la ha hecho peor. Y si algo hemos aprendido de ellos ha sido de modo negativo. Un aspirante a político, un aspirante a juez, deberían familiarizarse con sus prácticas y discursos para saber qué es lo que no se debe hacer en la función pública.

Si, como sostiene Fichte, la cultura es el medio para el perfeccionamiento de los seres humanos y para el cumplimiento de su destino en la sociedad, las esperanzas de mejora del país, si alguien todavía abriga alguna, carecen de fundamento. Los Saquicelas y compañía son universitarios, producto de la universidad ecuatoriana. El empeoramiento constante de la política nacional es, también, una responsabilidad suya. Burocratizadas, ideologizadas, escolarizadas, nuestras universidades no pueden dar a luz sino a ese tipo de engendros.

El presidente de la Asamblea Nacional, Virgilio Saquicela, y su primo, el presidente de la Corte Nacional de Justicia, Iván Saquicela.

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