La labia

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Mi padre alguna vez me contaba que en sus lejanas épocas de juventud el profesor calificaba los ensayos por su longitud. Las cuartillas eternas significaban la diferencia entre las buenas y las malas notas. Probablemente de allí viene la innegable tendencia nacional a «meter labia», que ha caracterizado desde hace décadas al estudiante sin conocimientos adecuados, al profesional sin argumentos de peso y al político dispuesto a todo para lograr su cometido.

Lo importante es que los electores crean en el mensaje. Mientras más largo, irrealizable y fantástico mejor. A posteriori, a pesar de sus innegables fallas, pero como testimonio perenne de sus argumentos, queda siempre la suma de papeles arrumados en algún archivo que atestiguan «la memoria cívica“ de tal o cual pasante por el poder. Aunque la mitad de lo allí recopilado sea inexacto, incompleto o inexistente.

Probablemente como una reacción inconsciente de rechazo a lo anterior, las nuevas generaciones hablan ahora de comprimir todo. Los conceptos, las frases, las opiniones y las ofertas. Cualquier nota que requiera un esfuerzo que vaya más allá del titular o de las dos primeras cuartillas es desechada por larga y cansona.

Las noticias no se leen, se ven. Las opiniones no se analizan, se escuchan y olvidan. Las entrevistas para optar a un cargo público están sometidas a la tiranía incomprensible del tiempo.

¿El resultado? Un desconcierto general cuando el público debe tomar decisiones de fondo, como escoger un mandatario, un alcalde, etc. o definir su futuro como ciudadano. La verdad es que la explicación adecuada no se define por su mayor o menor longitud, así como la capacidad no se condensa ni los argumentos tienen un límite de tiempo.

Todo depende del tema, de la profundidad del análisis y del interés del lector. Pero eso requiere enfoque, empatía, comprensión, eso que evitamos con una broma, una sonrisita condescendiente para no reconocer nuestra ignorancia al respecto y salir del paso.

Para evitar eso, lo que urge es asumir la responsabilidad que significa elegir una autoridad a través del voto, hay que auspiciar el retorno al análisis y a la cultura extensiva sobre la comprimida, instantánea y descafeinada.

En pocos días el Ecuador elegirá autoridades con un conocimiento precario e insuficiente de los candidatos, agobiado por rumores negativos y calumnias de ocasión, que serán convenientemente archivadas luego de las elecciones.

En lo personal, creo indispensable iniciar a través de los medios una información amplia y confiable para el votante, y evitar así los dislates que revelan las encuestas, las entrevistas y las preferencias de los electores en la elección que se avecina. Si vamos a mejorar, tiene que ser un esfuerzo de todos, no un juego de intereses en manos de pocos.

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