Un cuento de elecciones en el Valle del Olvido

Juan Diego Vivanco Vieira

Baños de Agua Santa, Ecuador

Había una vez un primer domingo de un mes de febrero, cuando el pueblito del Valle del Olvido, nuevamente debía acudir a las urnas a votar. Ese domingo tendrían que elegir una vez más a su nuevo alcalde y concejales que los gobernarían los próximos 4 años.  Así fue, y así siempre ha sido.

Desde cuando se supo quiénes serían los candidatos y sus cuadros, hubo una gran expectativa en toda la ciudad.  Se preguntaban: ¿Por qué será que hay tanto candidato?  Aunque la vez pasada fue lo mismo. El pueblito había ya vivido algunos meses de una palpitante precampaña y luego, un interminable mes de enero de agitación, regalos, promesas, cornetas y ruido; caravanas, camisetas, banderas y carteles. Cientos de miles de sonrisas, abrazos y besos plasmados instantáneamente y a full color en tiktok, Instagram y en el Facebook. Faltaba poco para el gran día.

El pueblo estaba ya cansado. Cuánta propaganda esparcida por doquier: en los muros, en las calles, en los carros, en las casas, en las carreteras y en los retretes. ¡Cuánto dinero botado!  ¿Cuánto tendrán que recuperar?… ¡Cuánta basura hubo por juntar! Lo único cierto es que en ese mundo nada era gratis.

El pueblo en esos días se hallaba dividido. Unos decían que ya no más de los mismos de siempre, otros decían démosle un chance a ver qué pasa con este otro y que la tercera es la vencida. Otros en cambio decían, que debía ser alguien nuevo, alguien joven, alguien de manos sutiles y limpias, alguien que no haya robado (aún).  Y es que, en el pueblito del Valle del Olvido, la gente no se acordaba de aquellos personajes (políticos les llamaban) que habían estado ya en cargos públicos alguna vez en el pasado, que eran conocidos, pero con poca fortuna, y que luego, después de pasar por el Municipio, la vida les había sonreído y les había colmado de bienes y de abundante riqueza; y que después de ellos, por supuesto, su prole vendría.

Finalmente estaban los más peligrosos, los sigilosos, los Randall del lugar; los que esperan que los demás se quemen para luego aparecer aparentando ser transformadores y probos, pero en realidad son, lo que siempre han sido, más de lo mismo, astutos comediantes y ladrones de ideas. Aquellos, que ayer se hicieron llamar revolucionarios y que ahora se llaman progresistas; al fin y al cabo, la misma vaina, pero en diferente frasco.

En el pueblito se cernía una gran decepción y un gran desencanto. Si por ellos hubiese sido, ni siquiera a votar habrían ido, pero les tocaba, bien para evitar la multa, bien por sentir que ejercían algo parecido a un derecho cívico y civil.

Lo único cierto en todo esto es que, ese primer domingo de un mes de febrero, para los candidatos y los partidos “ganadores”, como también para su hinchada y seguidores, sería un día de júbilo, dicha y algarabía; y para quienes no correrían con la misma suerte, sería un día de caras largas, de banderas caídas y pancartas rotas.

Pero, para los que ya conocían la receta y la movida, ese día de elecciones, sería un día para hacer cálculos, realizar ajustes, saldar cuentas e iniciar acuerdos, total, estos grupos están tan bien distribuidos y tan bien organizados que, cualquiera que fuese el resultado, salen siempre vencedores.

 “Así fue y así siempre será en nuestro hermoso Valle del Olvido”, repetían con pesar, los desdichados aldeanos. – “Pues, gane quien gane en estas elecciones, el terreno estaba bien preparado. Ya tienen los contactos; los contratos están listos y tienen a todos sus amigos, familiares y allegados dispuestos estratégicamente tal como lo planeado”. Ahora sólo queda esperar que la onerosa fiesta “democrática” culmine, que el bullicio se apague y que la resaca electoral se olvide. Total, así es, así siempre será y así siempre ha sido en el hermoso y pintoresco Valle del Olvido.

 Así fue cómo se acabó ese segundo domingo de un mes de febrero, unos continuaron de largo la fiesta, pues el presidente dio el lunes libre, y otros se fueron a sus casas soñando en un domingo de algún mes, donde el municipio vuelva a ser del pueblo y para el pueblo.

Colorín colorado que este cuento aún no se ha acabado

Campaña electoral en enero de 2023.

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